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lunes, 20 de marzo de 2017

Ciencia Ficción: Utopías






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Continuamos con la serie de artículos de Ciencia Ficción, esta vez con temáticas un poco más complejas y de índole social que van más allá de meros artefactos y cachivaches futuristas. Bien, no voy a enrollarme mucho esta vez, así que vamos al lío sin más dilación.



¿Qué es una Utopía?

Utopía es un término utilizado por primera vez en 1516 (muy anterior al propio género de la ciencia ficción) de mano de Thomas More, pensador y escritor, entre otras cosas, en su obra más importante Utopía. Significa de forma literal «No lugar» y describe una sociedad ideal cuyo sistema es deseable pero difícil de realizar en el mundo real. Se utiliza como una crítica a la sociedad, la política o la economía. Debido a esto, el término también se emplea de manera peyorativa para describir programas o teorías sobre sistemas políticos que se consideran irrealizables.

Aunque More fuera el primero en utilizar la palabra «Utopía» tal como la conocemos hoy, no existe realmente un antes y un después para el género o las características del mismo. Muchas obras clásicas, de las que se inspiró More, contienen elementos utópicos que podrían considerarse precursores de las utopías modernas. Así, en La República de Platón se describe una sociedad idealizada e inalcanzable en la práctica del mundo real. Igualmente muchos mitos de Hesíodo pueden considerarse utopías de la misma manera que lugares concretos de textos como el poema de Gilgamesh o la Inscripción Sagrada de Evémero.

Me atrevería a decir que escribir una utopía es lo más fácil de entre los subgéneros que abarcan estos artículos, por el simple hecho de que no tienes que preocuparte de que tu sistema ideal sea imposible. De hecho, debe serlo para que la realización final se dé. Puedes imaginar la fórmula utópica deseada y que más te guste y eliminar todo lo que eche por tierra tu mundo feliz (¡já!, con su propia lógica interna, claro). Ni siquiera tienes que estar pendiente de que, como en las distopías, sea un sistema que de manera coherente haya evolucionado desde uno de los nuestros.

Rayos, gracias al Señor que no.

En resumidas cuentas, una utopía es una sociedad o sistema ideal pero irreal, usado para criticar los defectos de la sociedad, orientar sobre las teorías o sistemas proyectados, esperanzar a la población sobre una vida mejor y valorar el propio mundo en el que se vive.

Y como hay diversos tipos de utopías según el tema concreto que se quiera tratar, vamos a ir despacio y por partes.

Diferentes tipos de Utopías



Utopías sociales



Una utopía social, como bien indica su nombre, se enfoca en los aspectos de la sociedad idílica. Busca darle sentido a la vida y alcanzar el ideal de felicidad a través de la construcción de un mundo mejor, más justo y caritativo. Es uno de los subtemas más empleados debido a la recurrente falta de solidaridad de muchas capas de la sociedad occidental actual (y de otras tantas sociedades y épocas), donde el sistema capitalista obliga a competir al individuo para alcanzar la mayor posición y el mejor estatus, a costa del individuo más débil. Por lo general, constituyen sociedades felices, justas y ordenadas, donde cada persona tiene un lugar y una posición que es igual a la de los demás. Todas las reglas se aplican de la misma manera a todo el mundo y no existen disidencias ni problemas.

Una utopía social que me gustó mucho fue Pleasantville (el nombre lo dice todo, ¿eh?), la historia de un pueblo sencillo, ambientado en los años 50, donde todo se ve en blanco y negro y todos los días son iguales: no pasa absolutamente nada. La cultura está prohibida (no se leen libros, se escucha música o se va al cine) y se desconocen las relaciones amorosas más allá de darse la mano junto a la orilla de un lago. No existen los conflictos, no existen las peleas, los rencores o las venganzas, nunca sucede nada malo (los bomberos no saben lo que es un incendio) y todos y cada uno de los ciudadanos tiene su lugar. Nadie se plantea jamás si le gusta su vida o si puede aspirar a más, al menos no hasta que al pueblo llegan los protagonistas, Jennifer y David, dos jóvenes de nuestra realidad.

Pleasantville es una crítica a la sociedad adormecida, al racismo y el puritanismo que incluso hoy cala muy hondo en la sociedad estadounidense. A medida que los protagonistas intercambian sus ideas con los habitantes del pueblo, estos se van coloreando y se niegan a seguir atados a las cadenas de la mediocridad que hasta entonces gobernaba sus vidas. Los habitantes que aún continúan en blanco y negro ven a los ciudadanos de colores como una amenaza a la forma de vida privilegiada que habían tenido hasta entonces, así que se inicia una caza de brujas y la represión y marginación hacia esas personas.

Sutil, señor Ross, sutil.

Por supuesto, el más famoso exponente de utopía social es Un Mundo Feliz, utopía a la que se le añaden tintes tecnológicos y un tanto distópicos (es una cosa rara).



Utopías religiosas



Estos tipos quizá no son tan comunes. De hecho apenas he encontrado ejemplos válidos para ilustrar esta pequeña sección, así que tiraré a las bravas. 

Una utopía religiosa formula la interpretación del sistema ideal acorde a la visión religiosa del autor o autora. Son literalmente espejos de los Paraísos, como el del cristianismo, el Islam o el Nirvana del budismo.

Las sociedades y sistemas utópicos religiosos suelen ser ciudades o estados espirituales, a menudo creados por Dios, donde gobiernan el amor, la paz, la justicia y la bondad y se han superado los deseos materiales y los pecados humanos. Son concebidas como la existencia libre del sufrimiento de la vida terrenal, alcanzada por la iluminación divina e imposibles de existir sin Dios (obviamente).

Un ejemplo es La Ciudad del Sol, de Tommaso Campanella. Este señor, que fue monje dominico, filósofo y poeta, era contemporáneo del arriba mencionado señor More, pero Campanella no se inspiró en el Humanismo de Erasmo, si no en el misticismo religioso medieval. Sin embargo, se trata de un misticismo… especial. La Ciudad del Sol habla de una ciudad ubicada en una isla ficticia (Taprobana), donde existe un templo dedicado al Sol en lo alto de la montaña de la isla. De forma concéntrica, siete murallas que representan a los siete planetas circunvalan la ciudad reproduciendo así el sistema heliocéntrico de Copérnico. En esas murallas se hallan todos los conocimientos del tiempo transcurrido y que así sean accesibles a todos los habitantes. Además, la ciudad la gobierna Hoh (el Sol), que es la autoridad espiritual, y tres ministros elegidos por sus conocimientos científicos: Poder (defensa), Amor (sanidad y política de reproducción) y Sabiduría (educación).

De acuerdo, no suena muy religioso y si se buscan detalles o se leen pasajes del libro uno se dará cuenta de que el sistema es una suerte de comunismo deidista. En realidad la historia es una crítica al ascetismo cristiano, ya que en la ciudad no se cree en el pecado original ni se condenan los placeres de la vida. Aunque el sexo esté regulado, no se condenan las relaciones sexuales por placer aunque sí el desarrollo de sentimientos y quebrantar las reglas sobre la reproducción con quien te han asignado. La Ciudad del Sol es una monarquía religiosa —donde se ha logrado el fin de la Historia gracias a la providencia Divina— que no deja de reflejar un tipo de mundo totalitario, en el que no existe la propiedad, se prohíbe la familia y donde se responden por todos los actos y pensamientos cometidos contra el poder establecido.

Por otro lado, aunque religiosa, es una utopía renacentista clásica, marcada por la fe en la educación y el progreso como demuestran las siete murallas grabadas con todo el saber de la Humanidad.



Utopías piratas



¿A que no sabíais que esto existía? Yo, al menos, o tenía ni idea hasta que investigué para escribir el artículo y me sorprendió de forma muy grata. He de admitir que tampoco hay mucho material, aunque la idea de estas utopías es bastante sencilla.

Las utopías piratas son historias basadas en hechos reales, sobre todo escritas durante los siglos XVII y XVIII, que relataban la vida de esas sociedades isleñas y de los barcos que tripulaban los hombres y mujeres que daban la espalda al mundo. Son historias de ciudades o islas secretas que se usaban como paraísos sin gobierno. Satisfacían las necesidades de los piratas, ya fueran económicas, de refugio o de búsqueda de tripulación. Se consideran pequeñas sociedades proto-anarquistas, ya que se regían por libertad fuera del alcance de otros gobiernos o las leyes de los mismos.

Seguramente a muchos os suene la isla de Tortuga (en Piratas del Caribe se retrata muy bien). Tortuga que, a pesar de poseer dos reyes piratas de facto que controlaban un poco el cotarro, era y es una de las más famosas islas existentes y llega a estar considerada lo más cercano a una utopía real. 

Desgraciadamente no he encontrado ejemplos viables, salvo la especulada Historia general de los robos y asesinatos de los más famosos piratas, de (posiblemente) Daniel Defoe como el capitán Charles Jonhson. Y aún así dicen por ahí que es una novelización falsa, así que tendremos que esperar a que alguien escriba utopías piratas en el futuro (ejem).



Utopías políticas + socialistas



Ah, utopías políticas… mis favoritas. En utopías contemporáneas se definen por la amplitud de temas que pueden abarcar. A menudo confundidas con las utopías socialistas, se enfocan en la paz conseguida y establecida como final perfecto para todas las sociedades del planeta. En ellas se vive una suerte de estado permanente en el que no existen las desigualdades sociales a nivel mundial, como tampoco la guerra ni todo aquello que la provoque.

Sin embargo, en utopías más antiguas, la crítica a la política del momento de vida del autor es lo predominante en la historia. Un buen ejemplo de utopía política clásica es La República de Océana, del honorable James Harringhton. En ella se describe una sociedad republicana a modo de crítica de la monarquía absoluta de Carlos I de Inglaterra; la fantasía y ficción de la historia era el único modo de Harringhton para eludir la censura. Océana se configura como una república clasista donde Harringhton ideó un sistema más sustitutivo del asfixiante absolutismo que una propia utopía en sí, manifestando sus deseos de proclamar una monarquía parlamentaria y la propia república. Sin embargo no abogaba por la abolición de clases o la propiedad privada, sino que se conformaba con un reparto un poco más equitativo que el que él vivía.

El libro se lo dedicó a Oliver Cromwell, como dato sentimental.

Las utopías socialistas, por el contrario, se desarrollan a partir del siglo XIX, mayor momento fecundo del sistema. La Revolución Industrial provocó grandes cambios sociales y económicos, que a su vez inducía cada vez más al individualismo de la sociedad. Estos cambios generaron descontento y las críticas resultantes fueron el deseo de sociedades mucho mejores, más solidarias y humanas. Así, las historias trabajan la transformación y mejora de las condiciones del proletariado, mejoras que incluían la distribución equitativa de los bienes y que todos los individuos poseyeran las mismas posibilidades para la autorrealización. Muchas veces estas utopías eran escritas y descritas como ensayos y con el fin de llevarlas a la práctica, más que con fin literario. De hecho muchas se llevaron a la práctica y fracasaron, pero eso no impidió que se continuaran escribiendo.

Además alguno imaginó el año 2000 con gracioso resultado si echamos la vista atrás. Edward Bellamy dio a conocer en 1887 una historia titulada El año 2000. La historia describía las aventuras y desventuras de Julian West, un hombre que despertaba en Boston en el año del cambio de siglo. Bellamy conjeturó sobre el Estados Unidos futuro como una sociedad centralizada socialista. Su modo de ver las cosas enfadó a William Morris, que en 1890 publicó Noticias de ninguna parte. En ese libro otro hombre llamado William Guest (el cachondeo con el juego de nombres es canela en rama) también despertaba en el Londres de ese año. En su caso el capitalismo había desaparecido igual y dominaba una sociedad rural libertaria.

En la historia de Bellamy los individuos trabajan a las órdenes del Ejército Industrial, una organización controlada por el Estado y única propietaria de tierras y empresas. Es una sociedad centralizada donde todo el mundo recibe el mismo sueldo y la jubilación se da a los 45 años. Morris, en cambio, apostó por un futuro alejado de la industrialización. En su sociedad se ha abolido la propiedad privada, triunfa la autogestión cooperativa de los medios de producción y no había clases sociales ni autoridad política.

Curioso cómo dos personas militantes del socialismo, pero que antagonizan en su visión futura, pueden escribir sistemas con la misma base y un envoltorio tan diferente.



Utopías económicas + capitalistas



Sí, he tenido las escamas suficientes para hacer este pequeño juego de subtítulos. No me echéis la bronca, en mi cabeza es gracioso (en realidad la socialista va también en esta parte pero who cares)

Bueno, economía. Como bien dice el nombre, una utopía económica es aquella que centra su visión en los aspectos monetarios, financieros o de bienes en especie en cuanto a sus sistemas de producción y reparto. En estas sociedades todos los individuos tienen acceso a todos los bienes en la misma cantidad y frecuencia, a la misma cantidad de dinero, al empresariado y al libre y libertario mercado sin abolir las clases sociales. Por eso destacan tanto las utopías capitalistas de corte económico, son temas recurrentes del sistema y es lo que mayormente van a tratar.

Sé que dicho así suena complicado, que cómo puede existir una utopía en relación con el dinero y que no sea socialista (y si es capitalista ya ni os cuento). La verdad es que a mí también me cuesta pensar en ello, pero ahí está el asunto. Se puede sacar, se pueden hacer cosas con ello, mientras quitemos las cosas malas y podamos dejar las menos malas.

Una utopía capitalista, contraria a la socialista, va a defender el derecho a la propiedad privada. Aunque las clases sociales no se eliminan y la renta aun sigue en manos de unos cuantos más que de los muchos, es más fácil para cualquier individuo acceder a las capas altas. Estos sistemas utópicos descansan en el ideal y clásico sueño americano en el cual se idealiza el trabajo y cualquiera podía llegar a lo más alto sólo con su esfuerzo. Obviamente quitan de en medio cualquier obstáculo social y el resultado es un sistema de competición bruto, pero que funciona para todo el mundo. Centrado en la libre empresa, los individuos tienen acceso a toda actividad de producción y se ha eliminado el gobierno, de modo que reina el pacifismo y se desarrolla la vida social y el trabajo de forma tranquila. Como no sé mucho de economía dejaré que los expertos decidan si su suspensión de la incredulidad se ve afectada o no. Después de todo, estas cosas están hechas para criticar, aleccionar y esperanzar.



Utopías ecológicas



Inicialmente el artículo iba a tratar las utopías y las distopías, pero ocupaba casi el triple de lo que ocupaban las utopías y no quería cortar a la mitad de las distopías. Al final del todo iba a colocar además una pequeña sección para las ecotopías, que pueden ser tanto distopías como utopías. De modo que, ya que las distopías las publicaremos más adelante, voy a remitirme a la parte de las utopías ecológicas.

Para empezar, ¿qué es la ecología?

La ecología forma parte de la biología y estudia las relaciones que los seres vivos tienen entre sí y el entorno en el que viven. También es un movimiento político y social global que defiende/protege el Medio Ambiente. 

Una utopía ecologista, entonces, comprendería un sistema o estado sociopolítico que respetase este Medio Ambiente a la vez que satisface las necesidades humanas de dicho sistema o estado. Sus medios de producción no son contaminantes ni se sucede el agote de los recursos del planeta. Estas utopías son comúnmente llamadas desesperadas de atención para que se dejen de consumir energías fósiles y se adapte el flujo de producción a las renovables y al reciclaje. Son también críticas a la destrucción de la biosfera, la extinción de especies animales y vegetales y el deshielo de los polos.

Últimamente son temas muy de moda, que pueden servir para concienciar al público. La novela Ecotopía, que dio nombre al sub-subgénero, de Ernest Callenbach (fue escrita en el 75 y ambientada en el 99, me da pena pensar que no sucedió nada de aquello), describe un estado ecológico, formado por los antiguos estados de Oregón y Washington, que en su momento se secesionaron de los Estados Unidos. El protagonista es un periodista que viaja a Ecotopía para realizar un reportaje y publicarlo en el periódico en el que trabaja. Una vez allí da cuenta de numerosos detalles que el ecologismo ha provocado en la sociedad. No existe apenas contaminación, todo es completamente reutilizable y tanto la agricultura y la industria se produce de manera sostenible. No hay coches, no se necesitan los transportes privados gracias a trenes de alta velocidad y la totalidad del transporte público es eléctrico. Este ecologismo ha hecho que hombres y mujeres posean idénticos derechos y bienestar social, mucho más amplios y flexibles que los tradicionales de los años setenta.

El autor hace así una crítica a su sociedad y una valoración positiva del ecologismo de estado, algo que en demasiadas partes del mundo necesitamos.

Dudas, quejas o sugerencias al buzón de la mazmorra, y cuidado con acercarse mucho a la puerta estos días, Rika está que muerde.

… es broma. [R: ya ya ¬¬]

El próximo artículo completará las distopías (y explicaré por qué lo que hacen ahora son cosas que no son distopías) y quizá después me atreva con la robótica.

¿Os animáis a probar con una utopía?

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