Recordatorio

No somos profesionales, simplemente nos gusta leer y tenemos tiempo libre, así que a veces cometemos errores.

miércoles, 11 de enero de 2017

Análisis: Adopta a una Autora: The Twelve Kingdoms, Sea of Shadow


Título: The Twelve Kingdoms. Sea of Shadow.

Autora: Fuyumi Ono.

Sinopsis:


More than just a fantasy story filled with horrific monsters, half-beast and magicians, The Twelve Kingdoms centers around a world reminiscent of Chinese mythology and rife with civil and political upheaval. Sea of Shadow, the first volume of this ongoing seven-volume epic, takes you on a wild ride that leaves you questioning the bounds of reality and fantasy.



Editorial: Tokyopop, 2006


Número de Páginas
: 459.


¡Hola, hola, Rika a vuestro servicio!

Como parte del proyecto de Adopta a una Autora, he decidido empezar con la reseña del primer libro de Twelve Kingdoms de la maravillosa Fuyumi Ono. Más tarde investigaremos a esta autora, que no solo ha tratado la fantasía sino también el terror. Pero me moría de ganas de reseñar este libro, sobre todo después de tantos malos tragos con las últimas reseñas, así que presento esto en primer lugar. 
Antes de nada aviso que como los trabajos de doña Ono solo se encuentran en japonés, francés e inglés, no tiene mucho sentido hacer traducciones patata de nada porque lo que me gustaría es que se la leyera. Dicho esto, vamos al tema. [G: Abrid el paraguas, os va a caer baba de bruja encima]

Aunque la sinopsis no miente, tampoco te cuenta demasiado. Para ser sucintos, diré que es una novela centrada en una protagonista femenina que se convierte en eso que la gente defiende como «fuerte e independiente». Pero lo hace bien, de forma justificada y cuidada. No está solo por estar.

Sea of Shadow es la historia de Yoko Nakajima, una chica japonesa apocada y demasiado perezosa [R: digamos perezosa/vaga en el sentido de que no tiene ánimos o fuerza de voluntad para esforzarse en nada que pueda suponer un cambio] y retraída para tener una personalidad propia. Siempre ha intentado acomodarse a lo que se espera de ella, incluso si eso significa dejar que hagan bullying a una compañera en sus narices o teñirse el pelo… Porque le nace pelirrojo por algún extraño motivo y en Japón salirte de lo normal es lo último que quieres.

Antes de que me digáis: ¡ah, la protagonista pelirroja especial! No. Esto tiene su explicación en el libro y, como veremos, no es el único personaje con un pelo particular ni eso la hace particularmente llamativa más allá de que es una característica de su aspecto.

Un día, ante Yoko se presenta un desconocido de larguísimo cabello rubio y ropas chinas medievales llamado Keiki. Sin más explicaciones, le dice que está en peligro y que quiere que vaya con él. Medio secuestrándola medio llevándosela por consentimiento porque Yoko no sabe decir que no, escapa del instituto [L: ¿Seguro que no ocurre todo esto en su imaginación?] mientras unas extrañísimas criaturas empiezan a atacarles. Keiki traslada a Yoko a una dimensión diferente a través del mar. Sin embargo, nada más llegar, Yoko acaba separada de Keiki en un mundo donde la gente como ella, los kaikyaku o gente que viene del mar, son perseguidos porque se los considera seres que traen el mal —básicamente chivos expiatorios para desastres—. Sin saber dónde está, qué hacer y sin nada que comer, Yoko tiene que apañárselas por sí sola para sobrevivir.


The Twelve Kingdoms es una saga de novelas ligeras. Este formato es exclusivo de Japón: para atraer a los jóvenes, se escribe de una forma muy, muy simple —aunque podemos debatirlo en este caso—, se incluyen imágenes y hay pocas páginas. Por suerte, Fuyumi Ono, sin llegar a hacer un novelón denso, ¡ojalá!, como los de Canción de Hielo y Fuego, sobrepasa con tranquilidad los límites de las novelas ligeras y dedica mucho cariño al worldbuilding y al desarrollo de Yoko sin caer en frases tipiconas. Como mucho podríamos decir que lo recurrente son las apariciones de los monstruos que buscan devorarla y el Mono que hace las veces de su subconsciente y de voz cruel y maliciosa que la llevará al borde de la locura.

Esta es una novela que me habría encantado leer de niña. Me habría dado un ejemplo perfecto de personaje femenino que nunca o casi nunca he encontrado y, además, me habría enseñado que una novela puede considerar a su lector inteligente. También que una mujer, por mucho que las recomendaciones de la contraportada digan que esta es una historia de amor [R: wtf?], no necesita un interés amoroso para ser interesante. [G: Es que son mu pesaos con el temita siempre =_=]

La historia de Yoko es de supervivencia pero también de crecimiento. Muchos se sentirán identificados con ella, con su desprecio por sí misma, con el realismo de lo que pasa cuando de verdad te dejan abandonado a tu suerte y tienes que hacer lo peor para sobrevivir. Yoko pasa de ser un personaje «femenino», pasivo, incapaz y que se autoengaña a una mujer capaz de decidir por sí misma y, lo más importante, quererse y apreciarse.

Y por eso este libro es una joya. La lástima es que no está traducido al español y dudo que algún día lo esté, pero el inglés de Tokyopop es sencillo, directo y merece la pena darle una oportunidad.






Historia


Yoko es una estudiante buena pero poco destacable. Tiene problemas en todos sitios, pero como no se enfrenta a ellos, no se puede decir que su vida sea difícil. No replica a sus padres, ni a sus profesores, ni a sus amigas. Eso significa que no tiene ninguna relación cercana que le permita hablar de los acuciantes sueños que la agobian sobre unos demonios que cada vez están más y más cerca y que le están provocando un intenso estrés.

Este sueño resulta ser profético porque, cuando acude al instituto, aparece un hombre extraño, alto y de pelo dorado (Keiki) que le dice que debe acompañarla si no quiere morir. Yoko se niega, como es normal y Keiki, desesperado, se inclina y le roza los pies con la frente mientras ofrece servirla. Exige a Yoko que diga «acepto». Ella, desconcertada y agobiada porque su tutor está delante, lo repite más por la tensión y porque no sabe decir que no. No sabe que acaba de cambiar su destino para siempre.

Tras esto, comienza una alocada persecución contra unos gigantescos pájaros. Keiki le da una espada a Yoko, con una pesada vaina y una joya que más tarde le dará energía, calor y le quitará el dolor, para que se enfrente a ellos. Como es lógico, Yoko no tiene ni idea de manejar espadas, así que Keiki hace que la posea un extraño espíritu, un hinman llamado Joyu, que manipula su cuerpo y la convierte en una más que capaz espadachina. Después de librarse de uno o dos perseguidores, acompañados de las bestias parlantes de Keiki, atraviesan un portal en el mar.



Al otro lado, cuando Yoko se pone histérica porque sus perseguidores van a atraparlos, cierra los ojos en un momento clave y Joyu no es capaz de ver lo que debe hacer para defenderla. Así que Yoko acaba cayendo de la bestia que la transporta.

Al día siguiente despierta en la orilla de un mar desconocido sin apenas heridas. Decide esperar a Keiki, pero cuando el hambre y la sed pueden con ella y se convence de que no va a aparecer, echa a andar. Llega así a un campo destrozado por lo que parece ser un tifón. Se presenta en la aldea, donde la reconocen como una kaikyaku, y la encierran. En un espejo comprueba, horrorizada, que su cara ha cambiado y su pelo se ha vuelto de un rojo todavía más intenso [R: de nuevo, no pensemos en oh la chica especial. Yoko acaba acostumbrándose a su pelo y considerándolo bonito, pero nunca le da demasiada importancia]. Una anciana le explica que hay gente que viene del mar, de otro mundo (es decir, Japón. Más tarde sabremos que en otro extremo de esta dimensión aparecen extraviados desde China), y que la mayoría llegan muertos. El reino de Kou, que es donde ha ido a parar Yoko, exige que los kaikyaku sean entregados a un gobernador. A algunos se los ejecuta, sobre todo si se considera que son de mal agüero, lo cual se define por el shoku: es una alteración entre ambos mundos que provoca terribles destrucciones. El de Yoko, cómo no, ha sido brutal.

Por el camino hacia la ciudad, hacia donde la llevan presa, Yoko cree distinguir a Keiki en la foresta. Acto seguido, unos monstruos con forma de lobos la atacan a ella y a los hombres que la transportan. Cuando intentan cogerle la espada, descubren que no pueden desenvainarla. Yoko consigue sobrevivir por muy poco y huye al bosque, pero tiene que dejar atrás la vaina de la espada. Los lobos la persiguen allá donde va y, para colmo, comienza a acosarla una especie de Mono Azul, capaz de aparecer y desaparecer, y que conoce bien todos sus miedos [L: un Cheshire bonito <3].



A pesar de sus reticencias, vencida por el hambre y el cansancio, Yoko decide intentar robar en una casa. La dueña, Takkee, la pilla con las manos en la masa pero, en vez de expulsarla o denunciarla, la acoge. Después de discutirlo, decirle llevarla a una ciudad mayor donde podrá trabajar con su madre mientras le explica algunas cosas del mundo donde se encuentran. Por la noche, Yoko descubre que su espada puede mostrarle visiones del otro mundo, donde ve que sus padres están enfrentados, que sus compañeras de clase siempre opinaron mal de ella, y trata de no venirse abajo.

Al parecer está en un mundo —sin nombre— con Doce Reinos. Nadie parece saber quién es Keiki ni por qué la habría traído allí o, peor aún, por qué la persiguen los demonios. Estas bestias solo aparecen en tiempos de caos, por la noche, y nunca buscan a una persona en concreto. Desconcertada, Yoko le da la espalda al Mono Azul, que insiste en que debe matar a Takkee antes de que la denuncie, y la acompaña hasta esta ciudad. Allí, sin embargo, se entera de que Takkee quiere venderla a un prostíbulo y, cuando intenta escapar, los demonios hacen algo inaudito: entran a la propia ciudad tras ella.

Desconfiada y dolida, pero con dinero y ropa de hombre, Yoko sigue huyendo, sin saber bien a dónde ir. Decide disfrazarse de hombre y teñirse el pelo, porque las autoridades buscan a una kaikyaku que va sola y con una espada. En una nueva ciudad conoce en una taberna a un viejo kaikyaku que llegó al vecino reino de Kei (donde tratan mejor a la gente como él pero que desde la caída de la última reina está sumido en el caos y decidió huir) antes de que terminara la Segunda Guerra Mundial. Allí es donde Yoko comprueba con sorpresa que tiene una especie de traductor automático en la cabeza [R: yo al principio pensaba que esto era muy conveniente, pero tiene su explicación y se nos van dejando pistas desde el principio], porque comprende a la perfección lo que dice la gente, mientras que el anciano tras tantos años apenas sí sabe decir unas frases. Llevado por el odio y el rencor, el hombre roba a Yoko y la chica tiene que volver a huir cuando la acusan de haberse hospedado en la habitación sin pagar.

Durante una temporada, Yoko viaja sola, sin fiarse de nadie, hasta el extremo de la deshidratación. Cuando una mujer y su hija tratan de ayudarla, no se fía, convencida de que van a traicionarla de alguna manera. Incluso piensa en robarles después de matarlas. Pero al final huye de nuevo al bosque, donde termina por colapsar, mientras el Mono Azul sigue riéndose en su cara. A estas alturas ya ha comprendido que el Mono es una especie de ilusión que manifiesta sus más profundos temores e inseguridades, pero no tiene fuerzas para enfrentarse a él.

Allí aparece la persona a la que había confundido con Keiki: una mujer que también tiene bestias subordinadas. Es ella quien las ha estado enviando en su contra, a pesar de que llora de compasión al verla desnutrida y al borde de la muerte. Cuando un pájaro que habla y al que la desconocida se refiere como su amo le exige que mate a Yoko, la mujer reacciona diciendo que es algo que definitivamente no puede hacer. Al final le hunde un cuchillo en la mano con la que usa la espada y la abandona para que la maten las fieras.

Pero Yoko acaba recogida por una rata —se lo describe de forma bastante adorable y más en los diseños, así que voy a decir que es un ratón— gigante llamada Rakushun. Es un ciudadano medio-bestia, el único de la región, que cuidará de Yoko ignorando lo fría y desconfiada que es. Gracias a él, Yoko aprende mucho del reino en el que está y de las diferencias que hay con el lugar de donde viene. Como Rakushun es un chico muy inteligente y quiere viajar al reino de En, uno de los más ricos donde gobierna el mismo rey desde hace 500 años, decide acompañarla. Se supone que allí cuidan bien de los kaikyaku porque el rey es un taika, un habitante de los Doce Reinos al que un shoku arrastró a la Tierra y nació allí antes de regresar de alguna forma. Un poco como los kaikyaku pero a la inversa.

[Decidme que Rakushun no es una monada. OS DESAFÍO.]

Yoko no confía en Rakushun y a la mínima encuentra motivos para señalar sus acciones como egoístas —pero, al mismo tiempo, es consciente de que está siendo hipócrita—. Incluso cuando Rakushun le explica que se identifica con ella porque los medio-bestias como él son perseguidos, no se les permite acceder a la alta educación (a pesar de que claramente es un cerebrito) ni se les dan tierras, sigue viéndolo como una persona egoísta y aprovechada. Pero la gran prueba llega cuando, a punto de alcanzar una ciudad, las bestias vuelven a atacar. Yoko se enfrenta a ellas, dejándose llevar por su sed de sangre y su resentimiento contra la mujer que la atacó. Luego, cuando se da cuenta de toda la gente que ha muerto y ve a Rakushun entre los cadáveres, se le viene el mundo encima. Se debate entre ir a salvarlo, matarlo por si está vivo y pretende delatarla, y huir. Porque su rostro es conocido por todas partes y es fácil reconocer a un «chico pelirrojo con un arma sin funda». Al final la autoconservación puede con ella y escapa.


El Mono vuelve a hacer las andadas pero, esta vez, Yoko se enfrenta a él. Sí, es una mala persona, sí, es una cobarde [L: Qué bonitos son los protagonistas grises]. Pero Rakushun la ayudó y ahora podría estar muerto por su culpa. Va a regresar. El Mono insiste en que morirá, en que la van a vender y condenar. Yoko reacciona atacando y cortándole la cabeza. Para su sorpresa, el Mono se convierte en la vaina que había perdido hacía tiempo. Más tarde se explicará que lo creó un mago para limitar los poderes de la Espada.

Al regresar a la ciudad, no encuentra a Rakushun por ninguna parte, así que continúa su viaje, sin dinero ni nada —pero no le da miedo, está acostumbrada— hasta alcanzar el puerto y embarcar, al fin, hacia el reino de En.

Resulta que Rakushun la espera desde hace un mes en este reino. Se siente muy culpable porque no le dio nada de dinero a Yoko y también contento porque esté viva y a salvo. Yoko a su vez le confiesa que pretendió matarlo y también lo mucho que lo lamenta. Por suerte para ella, Rakushun es una persona muy pragmática y dice que él sabía a lo que se arriesgaba. Y que lo que importa es que Yoko está ahí y han llegado a En.


Después de pasar por una burocracia eficaz y ágil, con muchos conocimientos sobre nuestro mundo —hasta le piden el código postal a Yoko, para asegurarse de que es una kaikyaku— se le dan tres años de subsidios del estado y ese tiempo límite para encontrar un lugar donde empezar a trabajar. La diferencia con el pobre reino de Kou es abismal y Yoko y Rakushun están encantados. Se reúnen con un nuevo kaikyaku, un profesor que habla bien el idioma y que le explica más cosas a Yoko sobre el mundo en el que están. Le enseña a Yoko que ella es una taika, que por eso le cambió el aspecto al regresar a su mundo, y deduce que ha debido de ser un mago o un hechicero —es decir, un gobernante de ese mundo, aunque ya entraremos en ello en la sección del lore— quien la ha traído. También es quien se imagina que debe tener a un enemigo entre estos porque, de lo contrario, las bestias no la perseguirían a ella exclusivamente. Cuando averiguan que Yoko puede entender sin problemas varias lenguas, deducen que ella también debe ser una maga.

Y es gracias a esto que Rakushun deduce qué es lo que ha pasado. Keiki es nada menos que el kirin [R: o unicornio. ¡Aprende, Gallego!] [G: ANIMAL FÁLICO] del reino de Kei. Tienen bestias a su servicio y además solo se arrodillan ante la persona que eligen como rey/reina. Y tiene sentido porque la verdadera reina de Kei —ahora se sospecha que la que ha subido al trono es una impostora, ya que no tiene el apoyo de un kirin— falleció. Rakushun insiste en reunirse con el rey de En para que preste ayuda a una desconcertada Yoko, que está más enfadada porque Rakushun la trate de reina que otra cosa. Por suerte logran hacer las paces y volver a tratarse como amigos.

Tras un nuevo ataque, en esta ocasión Yoko recibe la ayuda de un hombre que resulta ser nada menos que el rey de En. Los lleva a ella y a Rakushun [R: que, por motivos de etiqueta, debe tomar una forma humana bastante atractiva porque por el palacio la gente debe ir vestida. Hasta cierto punto es divertido imaginarse a Rakushun como una suerte de hippie muy rebelde (?)] hasta su palacio y les presenta a su kirin Enki, que tiene un aspecto de niño porque maduró siendo muy joven.



Allí es cuando se le plantea el gran desafío a Yoko y una verdad demoledora: desde el momento en que dijo «acepto» ante Keiki, que probablemente ha sido secuestrado por la reina usurpadora, ha quedado ligada al reino de Kei y a su kirin. En este mundo, cuando un rey no está o no gobierna bien, el reino sufre toda clase de catástrofes y ataques de demonios. Yoko ahora no está gobernando, así que la gente sufre y muere. Su deber es ir a conquistar el trono. El rey de En tiene un particular interés porque lo haga porque es su reino vecino y aunque está admitiendo a refugiados, sus arcas tienen un límite. Pero también es comprensivo y le explica que puede regresar a su mundo si así lo desea, aunque el shoku necesario para ello sería monstruoso porque los reyes son unas criaturas celestiales y por eso el paso de una dimensión a otra es desastrosa. El problema es que si regresa a su casa, Keiki terminará enfermando —se trata de una maldición divina que se manda al gobernante para indicarle que está gobernando mal— y morirá. Lo cual significa que, como el kirin le ha dado inmortalidad a Yoko, ella también fallecerá.

Yoko no sabe qué hacer. Se sienta a contemplar su espada, que sólo puede desenvainar y usar el legítimo monarca de Kei, y ve visiones de su mundo. Ahora que le han explicado que es una espada poderosa pero que pretende manipular a su usuario, ya no le tiene tanto miedo. Parece que la vaina era un método para controlar los poderes de la espada, pero que a cambio usa al mono para destruir los nervios del rey. Así está en un constante aprendizaje… si es que puede superarlo. Yoko se pasa la noche trabajando hasta que consigue ver el reino de Kou, pues han deducido que alguien debe estar ayudando a la reina usurpadora. Y que a alguien debe pertenecer la mujer kirin que vio.

Averigua así que el rey de Kou solo lleva 50 años en el trono, pero, rodeado por reinos como En o Shou, que llevan 500 y 600 años de prosperidad —cuanto más vive el rey, mejor le va al reino— se siente disminuido y celoso. En especial en el caso de En, porque siente que un taika tiene alguna clase de ventaja sobre los que han nacido en los Doce Reinos y de ahí su rencor y xenofobia. Al final decidió que iba a morir pero que, a cambio, el reino de Kei también caería y más al saber que otro taika, en este caso Yoko, iba a gobernar. Kou sería recordado por haber tenido un rey inútil, pero siempre sería mejor que Kei. Ha aceptado su muerte y se niega a escuchar los consejos de su kirin.

Entonces viene una de las escenas más adorables de la historia. Yoko insiste a Rakushun que no puede gobernar porque es una mala persona, incluso después de que el silencioso Joyu le diga que ha estado con ella todo el tiempo y que sabe que será buena reina. Dice que es traicionera, cruel y desconfiada. Que quiere volver a casa pero que sabe que no podrá perdonarse nunca y que si se queda, nunca podrá olvidar que no pudo ni decir adiós a sus padres.

Rakushun, que siempre ha sentido cierto rechazo por su forma humana, adopta este aspecto para ponerle las manos en los hombros [R: de lo contrario no llegaría. Y eso significa que está desnudo y la escena es entre adorable y cómica y es casi imposible que no te saque una sonrisa] y la anima, le dice que lo importante es hacer lo que uno debe porque así se sentirá menos culpable. Y que la conoce y sabe que será una grandísima reina.



La historia termina con Yoko conduciendo un ejército y recuperando a Keiki que, en efecto, había sido hecho prisionero. Hay una parte final con un extracto de una crónica donde se resume su historia y se cuenta que Yoko fue al centro del mundo a ser coronada por los dioses, tras lo cual comenzó su reinado.


Y, por tanto, su verdadera historia.


A nivel general, un final así puede resultar anticlimático, pero Sea of Shadow nunca ha tenido un tono épico. Siempre ha hablado de los esfuerzos de Yoko por sobrevivir en un mundo hostil. No es la historia de la Elegida, sino de una chica que debe debatirse para convertirse en una persona mejor. Ser libre y salvaje no es la opción, sino elegir qué es lo que quieres hacer por tu propia voluntad.

Fuyumi Ono no pretendía continuar esta historia, pero ahora es la primera parte una saga en la que participan diferentes reinos y Yoko volverá en varias novelas, durante las cuales la veremos madurar todavía más y conocer amigas y personas que también deberán crecer con ella.


Personajes


Yoko


Hay tanto que decir de Yoko… En cualquier otro libro habría sido una Victoria de la vida [R: miradla, tiene una espada mágica, un kirin-unicornio, es una taika reencarnada en el mundo humano y destinada, por tanto, a regresar a los Doce Reinos, la persigue un rey y la medio secuestra un joven seco y atractivo. Gracias, doña Ono, sinceramente, por hacer algo tan bueno en vez de tirar a cosas como Idhún]. Una chica elegida como reina de un mundo diferente, con el pelo especial, odiada por sus compañeras y a la que un rey desea matar. Aquí no y en eso consiste la magia de The Twelve Kingdoms. Aquí se habla de cómo Yoko reconoce que era una persona gris que nunca se esforzó por imponer su criterio y siempre se sometió al de los demás. Se da a entender claramente que si Keiki no hubiera fallado en llevarla a su reino, habría sido una reina desastrosa incapaz de hacer nada y siempre intentando complacer a todo el mundo.

Que se la persiga no es porque sea Especial, al menos no como lo solemos entender en las novelas juveniles. Ya que la historia siempre sigue a Yoko, es un mundo muy centrado en ella y en sus penalidades, despojado de cualquier sensación de que algo fuerte ha recaído sobre ella. No es un ángel, ni tampoco la princesa deseada por todos los chicos guapos —buenos y malos— de la historia. No está destinada a nada, excepto a gobernar, e incluso en eso todo depende de su actitud, de si es capaz de sobreponerse y hacerlo a su manera.




Así pues, Yoko es un personaje muy intimista. Al principio se resalta su normalidad, su desconcierto al haber acabado huyendo de monstruos en un mundo diferente. Piensa en que tenía que grabar un capítulo de su serie favorita, que no terminó de hacer los deberes, ¡que sus padres se iban a enfadar porque nunca había llegado tarde! Una chica normal pero con poca personalidad, apocada y que no sabe hacer nada por su cuenta excepto estudiar. Lentamente averiguamos más cosas sobre ella. Cómo nunca pudo ponerse pantalones porque su padre decía que eso no era cosa de chicas. Cómo hizo bullying silencioso a una compañera, sin defenderla. Cómo lo buena que era, el que nunca diera una opinión propia, la volvió invisible entre sus profesores —ajá, el cliché de ser una chica lectora y aislada no la hace especial, solo pasable—.

Alguien así, llevado al extremo, no debería haber sido capaz de sobrevivir. Y Yoko desde luego no lo habría hecho si no hubiera contado con Joyu y su espada, incluyendo la joya que la mantuvo en pie cuando no tenía nada de comer. Más que un deus ex machina, es una forma de decir de la autora: Yoko no es tan especial, sino que las circunstancias que no conocen le permiten sobrevivir y nada más.

Es fácil intimar con ella y sus circunstancias, incluso si resulta irritante que pase de ser confiada a lo más desconfiado del mundo. Yoko se vuelve cruel, egoísta y un poco estúpida, pero podemos comprender por qué. No es hasta que reconoce sus propios errores, es capaz de madurar y aceptar su situación que revela que todo el sufrimiento ha dado sus frutos.

Yoko es un personaje que puede caer bien o mal, pero bien construido y desarrollado. Muchos autores podrían aprender de ella. Si de algo tengo que quejarme es del formato de la novela, que no permite que se la explote como habría sido en un libro más denso.


Otros



Se podría decir que es un problema que Sea of Shadow no tiene una variedad muy clara de personajes… profundos. Pero en este caso no considero que sea un problema. La historia gira alrededor de Yoko y tiene un límite para desarrollarse. Sigue siendo sorprendente que le permitieran escribir tantas páginas.

Eso no significa que no haya buenos personajes. Todos tienen voz propia y aunque se siente que están demasiado hechos para ocupar un engranaje —es decir, se nota demasiado por su breves apariciones— de exposición, no dejan de formar parte del mundo que nos están mostrando y su escenas son creíbles.

El más destacado, claro, es Rakushun. Me gusta en particular este personaje porque no es el ángel que Yoko quería y que, de todas formas, sospechaba que no era: como joven inteligente y maduro, aprovecha una oportunidad para dejar de ser un estorbo económico y moral para su madre y sale a la aventura. Si nos quitamos el velo de desconfianza de Yoko vemos a un personaje amable y caritativo, puede que un poco, como reconoce más tarde, con complejo de salvador. Seguramente vivir en un mundo que te rechaza por ser como eres hizo que no dudara en ayudar a otras personas más débiles. Que esto sea negativo no lo sé, pero al menos en su caso termina lleno de pragmatismo. Cuando acompaña a Yoko se asegura a la vez que nadie sospeche de que su madre permitió que una kaikyaku buscada por el Rey estuvo bajo su cuidado. Más porque mintió a las autoridades sobre la misma. Por otra parte, resulta adorable que Rakushun sea un perfeccionista y que espere durante un mes entero a Yoko en En con la esperanza de que esté viva. No es perfecto, sabe que hizo cosas mal. Y funciona de acuerdo a las reglas del mundo, hasta el punto de entrar en pánico al comprender que Yoko es una Reina e intenta separarse de ella. Pero luego, a pesar de que podría desentenderse —es decir, sabe que a Yoko la persiguen las autoridades y bestias— o pedir algún favor, se queda con Yoko porque la considera su amiga. [G: Awwww <3]

Y lo mejor de todo, aunque en forma humana es físicamente atractivo, la autora no lo impone como futura pareja [R: y por una vez yo shippeo a una pair hetero porque son tan cuquis].


Shoryu, el rey de En, y Enki, su kirin, a pesar de que no salen mucho se desmarcan de inmediato. Es posible que se deba a que son figuras de autoridad y se hace notar. Shoryu es un hombre arrogante, pero comprensivo dentro de su dureza. También al ser la primera persona que nos dice todo a las claras es difícil no desarrollar un vínculo con él. Enki, por su parte, casi no sale pero tiene una forma tan agresiva/ofensiva de hablar que hace que uno recuerde que ser «bueno», como lo son todos los kirin, no equivale a ser «amable». En su propia novela tienen mucho más desarrollo, situándose su historia en los principios del reinado de En, así que ya hablaré de ellos en su respectivo momento.

Incluso con su escaso papel, me gustaría resaltar a Keiki. Es una constante en la historia de Yoko y también el desencadenante de su cambio. Es, por una parte, su secuestrador, pero también su otra mitad. Keiki tiene una historia personal que se nos desarrolla en la novela, una de fracaso, porque como kirin debe escoger a gobernantes para su reino. La anterior no solo se parecía a Yoko al ser una persona muy dependiente y débil, sino que se enamoró de él. Keiki podrá ser un personaje seco, con muy… er… poca inteligencia emocional [R: en serio, Keiki, qué te costaba explicarle un poquito las cosas a Yoko] pero acaba siendo el príncipe en apuros de una forma casi literal. Los kirin son incapaces de enfrentarse a la sangre sin caer heridos, motivo por el que debe forzar a Yoko o a sus subordinados a pelear por él, y además son inherentemente buenos. Por eso no termina de extrañar que Keiki acabe capturado y esperando a ser rescatado [L: ¡Un hombre siendo rescatado por una mujer! ¡Qué barbaridad!].

La figura pura, delicada y que es demasiado buena para su propio bien, es un hombre. En cambio, la que causa daño a Yoko, aunque sea por mediación de otro hombre, es una mujer (Kourin). Ya que la historia es de Yoko, no se la enfoca como salvadora, pero al final las cosas son que Keiki es secuestrado por sus enemigos, confinado a una forma animal y no puede hacer nada hasta que su Reina llega a salvarlo. Y lo cierto es que el esperado reencuentro es una escena realmente emocional.


Keiki le hizo daño a Yoko por ser como es, pero también porque pensaba en un bien mayor. No quería que la gente de la escuela saliera herida y, a la vez, buscaba salvar a un reino entero. No es el típico enemigo que viene a salvar a la doncella o a llevársela because she is special o por algún cliché del autor para desarrollar un amor forzado. Es difícil imaginar que Yoko o Keiki puedan tener algo más que una relación platónica por sus respectivas posiciones. Así que Keiki, incluso si sale poco, está reconocido como una persona. Una persona que necesita a Yoko. Y no la vuelve a ver hasta que ella se torna fuerte y capaz. Me parece una forma original de tratar el clásico secuestro.


El mundo



El mundo, OH, el mundo. Qué cura para el alma leer esto después de cosas como Captive Prince. Pocas veces me he encontrado un mundo tan currado y redondo, quitando Shin Sekai Yori/From the New World.


El worldbuilding es original para los occidentales porque, ¡gracias, por Medea!, no es un mundo medieval europeo, ni tampoco tiene nada que ver con nuestros entornos inmediatos. La situación sabe fresca, diferente. Y aunque es un mundo claramente inspirado en China —si bien sus personajes se especifica que no son orientales y pueden pasar algunos por occidentales— tanto en la idea de la jerarquía, de la organización económica y administrativa e incluso en sus criaturas mitológicas o el sistema de gobierno, el desconocimiento provoca en general que sepa a algo nuevo.

Y eso es maravilloso porque los Doce Reinos son antinaturales. Si queréis aprender a construir un mundo creíble en términos geográficos, no sigáis este ejemplo. Como se ha comentado en varias teorías, parece que un humano o un dios haya venido decepcionado del libre albedrío de la Tierra y creara un mapa completamente artificial, donde cada reino mide exactamente lo mismo que el otro y que, por una ley divina, no pueden aumentar ni disminuir ni un milímetro de tierra o agua. Sus gentes son humanas, pero no se reproducen como nosotros, y se ha impuesto un gobierno monárquico imposible de romper a pesar de que con un par de errores del rey puede significar la muerte de innumerables personas. Las guerras entre reinos se impiden por mandato divino —invadir otro país podría significar la muerte del kirin y del rey— pero no pasa nada: hay suficiente trabajo hacia dentro y nadie dice que los gobernadores de las provincias no puedan rebelarse. A menudo lo harán. No es un mundo perfecto. Solo está preparado para evitar conflictos a gran escala y centrarlos en cajones gigantes.

Pero es muy difícil centrarse en esta sensación de «artificialidad» porque por una parte sabemos que es un mundo fantástico, así que hay que seguir las reglas impuestas, y porque está lleno de «errores» humanos que lo alejan de una utopía.

Con todo, algunos de estos «errores» aparecen muy reales si nos detenemos a pensar. Por ejemplo, en este mundo el sistema de nacimiento está alejado de cualquier forma de competición por la supervivencia. Los humanos tienen un árbol del que cuelgan lazos y rezan a Dios —realmente el único dios al que rezan. Los que rezan y no trabajan para conseguir lo que quieren se consideran cultistas. La excepción es para tener un hijo— para que les dé un bebé, que puede ser niño, niña o medio-bestia. En ningún caso se parecerá a los padres; es muy divertido cuando Rakushun se estremece al pensar en generaciones similares entre sí. Los animales tienen sus propios árboles y aunque todos nacen del mismo, nunca caen por ejemplo un depredador y un herbívoro al mismo tiempo. Además, estos árboles son seguros porque ninguna bestia ni humano puede luchar cerca de ellos. Se deja caer que los monstruos también tendrán su árbol por algún lugar, pero que nadie sabe dónde está. [G: Me mola TANTO ESTO]

El caso es, si este sistema sustituye la diferencia entre sexos que viene tan atada a la reproducción… ¿Por qué existen hombres y mujeres? Porque en este mundo ser una mujer sigue siendo hasta cierto punto peligroso —también es posible que sea el punto de vista de Yoko, a la que intentaron vender a un prostíbulo (¿pero no he visto prostitutos hombres?), pero Rakushun entendió sus motivos cuando supo que era una mujer disfrazada de hombre— y no termino de comprender por qué un Dios tan dedicado permitiría que la mitad de la humanidad fuera más débil físicamente y la otra más fuerte.

A nivel de escritura puedo entender que la autora simplemente no pensó en seres asexuados o que le interesaba, porque es la cosa, tener a una MUJER que fuera badass de forma lógica. Pero es una verdadera lástima que no se haya explotado todo esto hacia otro rumbo y que me seguirá chirriando para siempre.

Por suerte, más allá de esto, leer el libro es una delicia. Quizás peque un poco —demasiado— de infodumping porque a pocos les interesa saber en qué orden se subdivide un reino o quién es el líder de cada zona. También está el tema de que este libro está hecho para japoneses y cualquiera que no comprenda el sistema de kanjis al principio se liará mucho entre las explicaciones que se le hacen a Yoko para diferenciar entre la pronunciación de los Doce Reinos, su correspondiente escritura y la japonesa. No dura mucho, aunque yo lo encontré bastante entretenido.

Si algo se disfruta de la novela, es lo diferente que es la mentalidad de la gente de Doce Reinos de la nuestra. Incluso viniendo de un mundo moderno, Yoko se sorprende del pragmatismo de los ciudadanos. Como ya he comentado, saben que existen dioses, pero no dependen de ellos. Se espera de la gente que a los veinte años sea lo suficiente responsable como para vivir en un trozo de tierra que le corresponda por su cuenta, pero hay muchos sistemas de trapicheo para venderla, vivir en las ciudades o buscar otros negocios. Hay escuelas, pero también racismo y rencores contra otros reinos. Saber de literatura es importante, pero sobre todo lo es tener conocimientos administrativos. Resulta curioso lo sencillamente que se acepta el sistema de que hay dioses inmortales, que son gente que ha trabajado duro o que es noble y el gobierno les hace firmar un documento y ya tiene usted su inmortalidad [L: Seguro que te tienen haciendo cola para la taquilla toda la mañana].

En un sistema completamente centralizado, donde el Rey es la cabeza pero eso no significa que el sistema no sea perfecto. La única forma de legitimar a un Rey/Reina —en japonés se usa 王(Ou), que es neutro, para ambos sexos. En inglés se traduce como Rey para ambos— es que tenga al kirin consigo. Pero en el caso de la usurpadora de Yoko, cuando capturaron a Keiki y lo mantuvieron en una forma de animal, sin poder hablar ni transformarse, bastó con eso para que la gente lo creyera. Porque creen tanto en que un kirin es sagrado que ni se les pasa por la cabeza que alguien pueda hacerle daño o desafiar a los dioses.

Los dioses apenas sí forman parte de la historia; viven en sus montañas y en todo caso se reúnen para servir al Rey, pero eso se examinará en siguientes libros. En cualquier caso, se los trata como a nobles, con reverencia pero tampoco como lo que nosotros entendemos que debería verse a un dios. Es una mentalidad completamente asiática.

Y a pesar de ser un mundo mágico —podríamos decir que hasta es Alta Fantasía, o al menos Fantasía Heroica, porque hay una idea de Equilibrio que se debe obedecer, pero funciona a nivel muy personal— se siente realista porque no va hacia las grandes batallas del Bien y el Mal. Cualquier escena podría haberse sacado de un libro histórico; los demonios pueden ser animales y la gente no es maga ni tiene ninguna clase de magia. Los ves trabajar la tierra, en la administración o en sus barcos. Es un mundo coherente y bien construido, basado en un sistema de letrados chinos y donde cualquiera puede ascender si tiene el talento necesario para ello. Las jerarquías también son claramente chinas, con reverencias con la frente al suelo y luchas de artes marciales… y bueno, la inmortalidad de los reyes es clásico del Mandato del Cielo, pero está todo integrado de una forma tan burocrática que cuesta sentir nada realmente dramático.

Además, algo que debe agradecerse es que aunque las mujeres sigan siendo más débiles que los hombres, la igualdad de género se siente y, sobre todo, Fuyumi Ono no mete nada que no es necesario. Yoko, incluso siendo insegura, saca su espada y amenaza al único acosador que aparece en el libro. Y solo aparece porque la intentaron vender a una casa de prostitutas y pensaban que ya estaba comprada e intentando escaparse. Lo máximo que hace es cogerla del brazo. Gracias doña Ono, por no meter nada que no viene a cuento.




Recapitulación


Sea of Shadow es una historia relativamente breve (las páginas acaban sabiendo a poco) que presenta un mundo fresco y bien montado. Incluso si hay partes donde la exposición se vuelve un poco pesada, la fácil traducción al inglés y la fluidez de la historia permiten una lectura que deja con muchas ganas de más. Podría haber sido más profunda o más densa, pero esto es con lo que puede trabajar la autora de acuerdo a los formatos japoneses. Con una protagonista femenina más que decente y un desarrollo brillante, el mundo de Twelve Kingdoms merece la pena visitarse, ¡sobre todo porque hay más novelas!


Lo mejor


El magnífico desarrollo de Yoko como personaje.

Lo peor


A veces la exposición del mundo puede ser… poco sutil.


Otras reseñas


https://www.goodreads.com/book/show/13737.The_Twelve_Kingdoms

P.D.: todas las imágenes pertenecen al anime o a las ilustraciones oficiales de las novelas.

6 comentarios:

  1. hola me encanto la reseña hhe visto el anime de esta serie y me quede con ganas de saber como termina me gustaria saber si hay alguuna forma de obtener el libro completo en español a traves de la web.o si esta disponible para la descarga gratuita en la web .gracias

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    1. ¡Gracias por pasarte por la Mazmorra don Anónimo/a!
      Me alegra que te haya gustado la reseña <3. Desgraciadamente no conozco ninguna versión de las novelas en español. Además, el anime va mucho más allá de este libro y aunque estuviera en castellano, seguirías sin saber mucho de lo que sucede tras la serie. En inglés puedes encontrarlo en la editorial Tokyopop o en la página de Eugene Woodbury y también está disponible en francés, pero nada más hasta donde sé.

      ¡Un saludo!

      Atte. Rika~

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  2. Me topé con esta reseña un par de años tarde 😕

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  3. Cuando yo leí doce reinos por primera base imagine que los Kirin en su forma animal eran mas parecidos a leones gigantes con un cuerno en la frente, lo que mas se resalta de su figura es su pelo dorado eso me hizo pensar en la melena de los leones😂

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  4. Aquí la pueden descargar en español

    https://m.facebook.com/DoceReinos/notes

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  5. Me encanto, estoy engancha con esta historia y tu publicación me ayudó mucho a saber más de ella, gracias.

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