Recordatorio

No somos profesionales, simplemente nos gusta leer y tenemos tiempo libre, así que a veces cometemos errores.

lunes, 17 de octubre de 2016

¿Sabías que...

...Mary Shelley es el Monstruo en Frankenstein?

No es raro que los autores se basen en sus experiencias más íntimas para escribir sus historias. Charlotte y Emily Brontë representaron el ambiente en el que se criaron en sus novelas; lo mismo hizo Louisa May Alcott con Mujercitas y Lord Byron era el protagonista de todos sus poemas aunque afirmara lo contrario —es decir, mentía o estaba ciego de arrogancia. Las dos posibilidades son plausibles—. Los seguidores de Stephen King saben que nunca pierde la oportunidad crear personajes drogadictos o que han sufrido sus mismos accidentes. Así se comporta la gran mayoría de escritores que han tenido vidas interesantes.
La autora de Frankenstein no es la excepción. Solo que la gente suele identificarla con el personaje equivocado. Mary nunca se representó a sí misma en Victor, el creador de vida y que luego abandonará a su hijo por terror y asco.

Mary siempre se identificó con el Monstruo.




Antes de nada, ¿qué es Frankenstein? Seguro que muchos habéis visto la figura del Monstruo, al que se le ha asignado el nombre de su creador, en toda clase de parodias o películas de miedo. Frankenstein ha inspirado numerosas películas, libros (ni Stephen King, que tanto critica la escritura de Mary Shelley, ha podido resistirse a escribir un libro inspirándose en el tema: Revival) e incluso anime (Shisha no TeikokuEl imperio de los cadáveres— parte de la premisa básica de que Frankenstein creó al Monstruo y tras eso el mundo entero empezó a reanimar cadáveres, que no tenían alma como nuestro Monstruo, para que hicieran de mano de obra. Claro que también viene de una novela, así que quizás no sea el mejor ejemplo). Pero ¿de qué trata?

Es la historia de un joven genio, Victor Frankenstein, que se obsesionó con superar a la muerte y poder crear vida. Lo logró gracias al poder de la electricidad y juntando numerosas piezas de cadáveres para recrear un ser vivo. La autora nunca nos dice cómo consigue insuflar vida a este «engendro». En cualquier caso, al ver moverse a su hijo, Victor se horroriza de lo que ha hecho y huye de su niño recién nacido. El Monstruo se dedicará a perseguirlo, sin comprender por qué lo odia, hasta que asume que no va a ganar su amor y le exige que le cree una Novia igual de monstruosa con la que poder estar a salvo. Victor cede pero se arrepiente en el último momento y destroza su siguiente experimento. Tras esto, el Monstruo jura venganza e inicia una caza de los seres queridos de su padre. Y, como una serpiente que se muerde la cola, Victor partirá en busca de venganza contra el Monstruo, sintiéndose responsable de haberlo traído al mundo.

En realidad Frankenstein es mucho más que esto, pero al menos ahora hemos repasado lo básico. Terminados los preliminares, centrémonos en quien creó a Victor y al Monstruo.

Gran parte de la historia de Mary Wollstonecraft Shelley se conoce gracias a sus cartas y los diarios que compartía con su marido, si bien estos últimos acabaron modificados por la misma Mary. Numerosas hojas han sido arrancadas o retocadas para deformar una historia digna de ser plasmada en las páginas de alguna novela gótica. Mary, cuando se quedó sola con un único hijo al que cuidar, decidió reescribir su vida como si hubiera sido una feliz, una llena de amor y comprensión, «digna» para una época que comenzaba a volverse victoriana y miraba con malos ojos a los ateos, a las parejas que habían tenido hijos fuera del matrimonio y más, mucho más.

Pero su verdadera historia, la convicción de que era su culpa que su madre hubiera muerto al darla a luz, el dolor que sentía por no recibir la atención que creía merecer de su padre y de su pareja sentimental —ya que ella y Shelley no contrajeron matrimonio hasta la muerte de la esposa de este, que se suicidó cuando Mary tenía alrededor de 22 años— fueron las que dieron luz a Frankenstein, ese moderno Prometeo que habla de los hombres que intentan tener hijos sin mujeres, de la ambición de la ciencia desmedida y de lo que la falta de amor puede desatar.

Mary Wollstonecraft Shelley era la hija de Mary Wollstonecraft y William Godwin, dos escritores de finales del siglo XVIII y principios del XIX, ambos radicales feministas en su época. Mary creció a la sombra de una mujer que fue denigrada por tenerla a ella y a su hermana mayor, Fanny, fuera del matrimonio con dos hombres distintos. Mary Wollstonecraft, además, durante la efervescencia de la Revolución Francesa, publicó Vindication of the Rights of the Women. Dejaría a muchos boquiabiertos por sus argumentos y se ganaría innumerables vejaciones y burlas por su disoluto estilo de vida. William Godwin, por su parte, defendió la destrucción del matrimonio y el establecimiento de una enseñanza intensa para las niñas. Ambos pensaban que si las mujeres eran tan pasivas y «estúpidas» se debía a su falta de educación.


[Mary Wollstonecraft]

Cuando Mary hija nació, Mary madre sufrió una infección porque su doctor no se puso unos guantes limpios y murió a los pocos días, dejando a dos niñas atrás sin un padre adecuado. William nunca había pensado que un día tendría que cuidar económica, mucho menos emocionalmente, de sus hijas. Tanto él como Mary madre —que había superado una etapa de mucha dependencia emocional con los hombres, hasta el punto de que se intentó suicidar dos veces por la falta de atención del padre de Fanny— habían decidido vivir separados pero sin dejar de amarse.

Podéis imaginar la torpeza con la que se ocupó de sus hijas, siempre dejándolas al cargo de otras personas. Además, condenó a Mary hija a ser públicamente conocida y vilipendiada antes incluso de tener uso de conciencia porque publicó póstumamente las memorias de Mary madre, provocando un gran escándalo por sus aventuras amorosas y «desvaríos» emocionales.

Los hombres fueron una constante en la vida de Mary, aplastándola y jugando con ella en innumerables direcciones.

Cuando Mary tenía cuatro años, William contrajo matrimonio con una viuda llamada Mary Jane Clairmont, que tenía a su vez dos niños cuyos padres se desconocen. Así, Mary creció en una familia donde nadie tenía el mismo padre o la misma madre y con los que tuvo que competir por el amor de su padre, por quien sentía devoción como si fuera un Dios, como confesaría ella más tarde, admitiendo que aunque era

demasiado rápido al censurar, demasiado grave y severo, también pensaba que Hasta que conocí a Shelley, podría decir que él era mi Dios.

[Was too minute in his censures, too grave and severe (...) Until I knew Shelley, I may justly say that he was my God.]


Mary fue una niña que se crió en un hogar estricto, donde las rutinas se adecuaban a la escritura de William, quien retiraba la palabra a sus hijos si consideraba que estos habían cometido algún error —lo cual, para alguien tan ansioso de atención y amor como Mary era el peor castigo posible—. Aun así, aprendió muchísimo gracias a los libros, los poemas y, sobre todo, escuchando. La casa de los Godwin siempre fue un lugar al que acudían escritores o dibujantes como William Blake, que trabajó con la madre de Mary, o Coleridge. Mary y su hermana Claire, que compartirían buena parte de su vida a regañadientes —y posiblemente a Shelley— se sentaban a escuchar a escondidas las discusiones de los hombres.

Como venían de una familia de escritores, se esperaba de ellas que también fueran unas grandes creadoras. Pero William no era una persona que supiera dar amor: obsesionado con el recuerdo de Mary madre, solía llevar a nuestra Mary al cementerio. Así fue como Mary aprendió a leer: deletreando su propio nombre en la lápida de su progenitora. Tiempo después, acudiría al cementerio a hablar con ella, el único lugar donde sentiría que alguien podía comprenderla. Hasta tal punto sufría en su familia que la enviaron a Escocia durante un par de años a criarse con otra familia que más tarde, en algunas presentaciones de Frankenstein, idealizaría como su «verdadera familia».

La joven se enamoraría de Shelley, un hombre casado con un gran sentimiento de inferioridad y evidentes problemas psicológicos. Sin ir más lejos, cuando William le denegó permiso para estar con Mary, Shelley intentó que ambos se suicidaran. Por suerte Mary no se tomó el veneno que él quiso hacerle beber.


[Percy Shelley]
Con el tiempo, sin embargo, Mary y su hermana huyeron del hogar paterno con Shelley, que no tenía ni un duro, y viajaron hasta Suiza, para luego tener que regresar por no poder mantenerse económicamente. Los tres recibieron el rechazo de sus familias y tuvieron que lidiar con las deudas, a pesar de que Shelley era hijo de un rico baronet. Todo en medio de intentos de Shelley para que Mary aceptara los avances románticos de uno de sus mejores amigos, Hogg, porque él luego tampoco le sería fiel. Y es que Shelley defendía la idea de William de que no debía existir el matrimonio y creedme que explotó esa idea al máximo. Nunca impidió que Mary pudiera tener escarceos con otros hombres —no los tuvo— pero no sabemos hasta qué punto era porque buscaba un ménage à trois o porque se sentía culpable y quería que Mary dejara de depender tanto de él.

Mary, con dieciséis años, tuvo a su primera hijita en 1815. Durante el embarazo, a medida que necesitaba más cuidados, Shelley cayó enfermo. No estuvo con ella durante el parto ni lo estaría más tarde, igual que William no estuvo para su esposa. En realidad, Shelley siempre rehuyó a Mary durante sus sucesivos embarazos y nunca comprendió del todo las depresiones que sintió cuando sus hijos fueron muriendo uno tras otro. Esperaba que el nacimiento del siguiente pudiera reemplazar el dolor de la pérdida del anterior.

Shelley inició una de sus numerosas mudanzas poco después de que la joven hubiera dado a luz, por lo que Mary tuvo que recorrer el sucio Londres con su bebé prematuro de ocho días. Cuando la perdió —el doctor que la atendió fue el mismo que provocó la muerte de su madre—, la culpabilidad estuvo a punto de superarla. Escribió en su diario «encuentro a mi bebé muerta». Ella creía haber matado a su madre y ahora algo había hecho mal para que su bebé no sobreviviera. No pudo recurrir a su «enfermo» marido y tuvo que pedir auxilio al amigo que la había cortejado:


Mi querido Hogg, mi bebé está muerto, ¿podrías venir tan pronto como puedas? Deseo verte… Eres una criatura tan amable y Shelley está asustado de una fiebre por lactancia, pues ya no soy madre.

[My dearest Hogg, my baby is dead —will you come as soon as you can? I wish to see you... you are so calm a creature & Shelley is afraid of a fever from the milk —for I am no longer a mother now.]

Sobre lo de la leche, Shelley tenía una obsesión con los senos —intentó amamantar al primer hijo que tuvo con su otra esposa— y estaba convencido de que tenía alguna enfermedad relacionada con la tuberculosis, aunque su doctor le había dicho que estaba sano. Iba constantemente con Claire a doctores, dejando a Mary sola… Mientras ella se preguntaba si podría volver a dar vida.

Si no sería un monstruo.

Mary volvió a tener un hijo, al que bautizó como William en un intento de reconciliarse con su padre… sin demasiado éxito. Sería con él con quien viajaría al año siguiente, en 1816, a Suiza. El motivo era la insistencia de Claire de que conocieran a Lord Byron, su amante —y padre de su hija Allegra, que moriría con cinco añitos alejada de su madre y abandonada por su padre en un convento. Claire siempre creyó, porque no le dejaron ver el cuerpo, que Lord Byron la envió a Londres y que creció sin conocerla—. Allí se reunieron con este y su acompañante, Polidori, quien escribió Vampyr, libro que inspiraría Drácula. Como detalle curioso, la figura del vampiro de esta historia se basa en Lord Byron, a quien se representa como alguien que se aprovecha del talento de los demás. En sus diarios, Mary suele ignorar la presencia de su hermana, motivo por el que no se la menciona en el grupo de escritores que se reunió en un hotel a discutir, durante una noche de tormenta, sobre cuentos de terror. Tampoco se la menciona cuando Lord Byron retó a sus compañeros a escribir una historia de las mismas características.

Todos, menos Mary, abandonaron al poco tiempo el proyecto. Es irónico que el nombre de Mary sea más reconocido a pesar del desdén de Lord Byron por las mujeres como seres pensantes, ya que nunca le concedió demasiada importancia a la compañera de Percy Shelley. A veces el tiempo hace justicia.

Lord Byron trascendió como romántico empedernido y Polidori inspiró al posterior Drácula con su libro Vampyr —que trataba claramente a Lord Byron como un vampiro chupasangre—. Shelley, por su parte, no ganó fama hasta después de su muerte, momento en que se lo contrastó con Lord Byron con sus poemas angelicales gracias a los retoques de Mary.

Pero fue ella quien creó el verdadero mito.


[Todos le conocemos, aunque no hayamos leído el libro. Y ni tiene nombre el pobre.]

Mary afirma que pasó varios días incapaz de pensar en una historia, hasta que un día tuvo un sueño, probablemente inspirado por una pintura de William Blake sobre una de las historias de su Mary madre, donde vio a un hombre inclinado sobre un cadáver. Ahí nació la idea original de Frankenstein —cuyo nombre sacaría casi con probabilidad de un castillo—.

Y aquí llegamos, al fin, a lo interesante. A pesar del título, el protagonista de la historia nunca ha sido Frankenstein, aunque él sea quien cuenta la historia. Al contrario que en muchas adaptaciones modernas, el Monstruo, que nunca recibe un nombre, habla. Habla muchísimo. Igual que Mary, aprende escuchando detrás de rincones a una familia francesa con un patriarca ciego que no ve el aspecto repulsivo de Frankenstein. Al igual que Mary, no recibe el amor de su padre quien, nada más verlo, escapa horrorizado tras meses de trabajo por usurpar el papel de Dios y poder crear Vida. Al igual que Mary, tiene un padre —o una figura masculina— omnipresente que no lo ama como debería y que lo abandona en la infancia.


Victor Frankenstein se parece mucho a William Godwin y a Percy Shelley. Los tres están convencidos de su genio superior, se creen constantemente víctimas de las circunstancias y abandonan a sus familias. Frankenstein se alejará de su futura esposa y también a sus hermanos —uno de los cuales se llama William y es una clara descripción del hijo de Mary… A quien el Monstruo asfixiará con sus propias manos—. Su convicción de que el mundo gira a su alrededor hace que Frankenstein no vea que el monstruo piensa vengarse de él cuando se niega a fabricarle una esposa con sus seres queridos, y así los va perdiendo a todos, uno tras otro.

Mary escribió una historia compleja con formatos de cartas. Son varias historias dentro de historias, con elementos populares de la época como los viajes al ártico o el creciente interés por la ciencia. Sus personajes son todos masculinos y ninguno quiere reconocer al Monstruo más que como una criatura malvada y seductora, que puede convencerlos de que es inocente. A mi me recuerda bastante a la concepción que se puede tener de las mujeres.

Pero Mary tardó en terminar su novela y por ello encontramos que representó ciertos elementos de su vida… Como el suicidio de su hermana mayor Fanny o de la esposa de Shelley. William Godwin nunca permitió que la familia recuperara el cuerpo de Fanny. Recuerda mucho al final de la novela de Mary, donde no vemos morir al monstruo —a pesar de que Shelley hizo ciertos retoques en su historia para mostrarlo como el verdadero villano y a Frankenstein como el héroe trágico— por mucho que se nos deja claro que pretende desaparecer de este mundo.

Las similitudes no acaban ahí. Irónicamente, el propio hijo de Mary, llamado William, moriría en Italia mientras su marido se negaba a trasladarse a un lugar donde no pudiera coger la malaria. Como muestra de la estupidez de los supuestos hombres adelantados con los que vivía, su padre le escribiría que no podía vivir así, tan desesperada, por haber perdido un niño de tres años —y presionaría para que le enviaran dinero, pues siempre estuvo en apuros económicos—. Mary nunca se atrevió a amar de nuevo con tanta intensidad a su hijo, Percy, el único que sobrevivió y que nunca demostró ningún interés por la literatura en medio de descendientes de grandes escritores y poetas.


Cuando Shelley murió, ahogado en una tormenta mientras navegaba con un amigo, Mary se quedó sola. Regresó a Inglaterra y cuidó de su padre hasta que este también murió. Nunca volvió a prometerse y se volcó por completo en «limpiar» su vida y la de Shelley, como si nunca hubieran sido ateos, rebeldes y defensores de ideas que en un mundo victoriano cada vez quedaban más fuera de lugar. Mary había escrito varias novelas durante su juventud, entre ellas Mathilda, que trataba de una relación incestuosa entre hija y padre y que tardaría décadas en salir a la luz. Pero después de las muertes de sus hijos y de su marido ya no encontró la misma fama que le había dado Frankenstein porque la gente esperaba siempre una historia similar.

Es cierto que Mary explotó en otras obras las ideas de la ciencia, de jugar a ser dios… Pero nunca se le reconoció el mérito. Siempre se publicaron sus obras, como The Last Man —cuyos protagonistas parecen inspirados por Shelley y Lord Byron—, como «por el autor de Frankenstein». Se volvió como su Monstruo, sin nombre ni reconocimiento. Hasta tal punto se desconocía su mérito que en 1823 hubo una queja porque una edición la reclamaba como autora. Mary siguió escribiendo, pero lo hizo por dinero (para mantener a su hijo Percy, ya que el abuelo de este apenas sí les daba dinero para su manutención) y sufrió las consecuencias:


Qué estúpida soy por escribir basura que nadie leerá, escribió en su diario en 1825.

[What a folly is it in me to write trash nobody will read]

Su hermana Claire, que tras la muerte de Shelley se «independizó» solía regañarla por carta por ser demasiado modesta y le molestaba que siempre utilizara los mismos personajes inspirados por su marido y Byron.
Su rencor es comprensible ya que fue amante de Byron e insistió en entregarle a Allegra con la esperanza de que tuviera una buena vida. Ya sabemos cómo acabó la pobre niña. Pero, a pesar de que su relación con Mary nunca fue la mejor, sus palabras cuando vivían separadas no dejan de resaltar lo inteligente que consideraba a su hermana:

Si reconocieras tu propio valor e hicieras uso de tus Poderes podrías infligir la mayor derrota a los hombres; podrías escribir acerca de metafísica, política, jurisprudencia, astronomía, matemáticas, todas las más altas materias que ellos utilizan para burlarse y decir que no somos capaces de entender, y sobrepasarlos; qué consuelo sería, cuando empezaran a descargar falsos pero plausibles ataques sobre la inferioridad femenina, detener sus bocas con tu nombre: y entonces añadir “y si las mujeres, mientras sufren la mayor esclavitud, pueden superaros, ¿qué no podrían alcanzar si fueran libres?

[If you would but know your own value, and exert your Powers you could give the men a most immense drubbing; you could write upon metaphysics, politics, jurisprudence, astronomy, mathematics, all thos highest subjects which they taunt us so with our being incapable of treating, and surpass them; what a consolation it would be, when they begin some of their prosy, lying but plausible attacks upon female inferiority, to stop their mouths in a moment with your name: and then to add, “and if women, whilst suffering the heaviest slavery could outdo you what would they not achieve were they free?”]


[Claire Clairmont]
Resulta evidente que Claire era mucho más hija de Mary Wollstonecraft, o heredera de las ideas de sus padres, que Mary, quien se aferró a una vida mucho menos llamativa. Se puede ver en las revisiones que hizo en Frankenstein. Por ejemplo, quitó la dedicatoria a su padre y el hijo mediano de la familia de Frankenstein sobrevive a la matanza —quizás lo identificó con su hijo Percy— además de que eliminó los tintes de incesto entre Victor y su esposa, que en la primera versión era su prima y luego pasó a ser una huérfana. Se ve que tenía suficiente incesto con sus experiencias en Génova entre su hermana y su marido.

Victor, por otra parte, deja de ser tan manipulador y en 1831 se lo enfoca más como una víctima de las circunstancias, acusando su ambición a la falta de una buena crianza con padres responsables (zas), lo que le llevó a educarse por su cuenta, cosa que también hará su Monstruo, y que continúa con sus experimentos empujado por el Destino mientras que en la versión original Victor era un hombre con completa libertad de elección que podría haber abandonado su búsqueda del origen de la vida.

Vemos las ideas de Mary sobre el destino de su propia vida en cartas que escribió a una posible amante de Shelley, con la que se carteó toda su vida y por la que pareció sentir un gran interés…

Siento que el poder del Destino me presiona más y más cada día, y me siento una esclava del mismo, en todo excepto en los estados de ánimo de mi mente

[The power of Destiny I feel every day pressing more & more on me, & I yield myself a slave to it, in all except my moods of mind...]

En la versión de 1831, igual que Mary, Victor tendrá un trasfondo religioso que no había en su personaje original y se abandonan términos como magia y su interés por la ciencia se enfoca como una regresión a un estado de infantilidad.

A la vez que revisaba su propia obra, Mary se dedicó a hacer famosa la de su marido, que sólo empezó a ser conocido tras su muerte. Irónicamente, Mary se convirtió en un Frankenstein que daba vida a su marido muerto. Fue un trabajo difícil porque la letra de Shelley era casi indescifrable y se dedicó a purgar las partes menos aceptables. Eliminó los escándalos, como cuando uno de sus criados trató de chantajearlos para que reconocieran que Shelley y Claire habían tenido una hija —Mary nunca se pronunció en ese aspecto— que el primero dio en adopción.

Empeñada en crear una historia que nunca había existido, Mary planteó a su marido como un poeta que amaba la naturaleza en vez de un radical ateo, nunca mencionó las ideas de Shelley acerca del matrimonio y describió sus últimos días en una casa que Mary odiaba porque siempre tenía que estar su hermana y viendo cómo su marido se iba con los hombres a divertirse como si hubieran sido maravillosos:

Estoy convencida de que los dos meses que pasamos allí fueron los más felices que nunca conoció; su salud mejoró rápidamente y nunca pareció mejor que cuando lo vi por última vez.

[I am convinced that the two months we passed there were the happiest he had ever known: his health even rapidly improved, and he was never better than when I last saw him. ]

La autora de Frankenstein abandonó de tal forma los ideales de sus padres, como forma de independizarse de los mismos, que mandó a su hijo Percy a un internado donde pudiera conseguir encajar en la sociedad y no vivir fuera de ella como le tocó a Mary:

-¿Enseñarle a pensar por sí mismo? Oh, Dios mío, mejor enseñarle a pensar como los demás.

[Teach him to think for himself? Oh, my God, teach him rather to think like other people.]

Se negó a hablar en nombre de las causas liberales como forma de librarse del peso de su familia. En 1838 escribió:

En primer lugar, con respecto a la Buena Causa —la causa del avance de la libertad y el conocimiento— de los Derechos de las Mujeres, etc… No soy una persona de Opiniones. [Ciertamente, Mary casi siempre acudió en silencio a los grandes encuentros, escuchando, trascribiendo trabajos de otros como los de Byron y luego volcándolo todo en sus escritos] He dicho antes que los seres humanos se diferencian en este aspecto: algunos tienen pasión por reformar el mundo; otros no se aferran a opiniones particulares. Que mis Padres y Shelley eran de la primera clase hace que los respete… En cuanto a mi, quiero firmemente desear el bien y la iluminación a mis semejantes… pero no por los violentos extremos que solo producen reacciones perjudiciales... Además, siento los contra argumentos demasiado fuertes… en algunos asuntos (especialmente los que se refieren a mi propio sexo), y estoy lejos de hacerme una idea… Y aunque muchas cosas necesitan ser reformadas, yo no puedo ir tan lejos como mis compañeros habrían querido. Cuando sienta que mis palabras beneficiarán a mis semejantes, hablaré. No antes.

[In the first place, with regard to the “good Cause” —the cause of the advancement of freedom & knowledge— of the Rights of Women, &c.— I am not a person of Opinions. I have said elsewhere that human beings differ greatly in this —some have passion for reforming the World; others do not cling to particular opinions. That my Parents and Shelley were of the former class, makes me respect it… For myself, I earnestly desire the good & enlightenment of my fellow-creatures… but I am not for violent extremes which only bring on an injurious reaction… Besides, I feel the counter arguments too strongly… on some topics (specially with regard to my own sex), I am far from making up my mind… and though many things need amendment, I can by no means go so far as my friends would have me. When I feel that I can say what will benefit my fellow-creatures, I will speak, —not before...]

Entre tanto acudió a representaciones teatrales de su propia obra, sorprendida y encantada a pesar de los cambios donde se silenciaba al Monstruo. El cambio parecía muy completo.

Mary vivió bien sus últimos días, encantada con la esposa de su hijo, Jane St. John, una viuda joven que había perdido a su marido más o menos a la misma edad que Mary, con 24 años y tenía además que cuidar de un hijo ilegítimo. Jane le proporcionó a Mary amor incondicional, que no había encontrado ni como hija, esposa o amante. Fue por esta época que Mary destruyó numerosos documentos para ocultar el pasado incómodo y obtuvo la respetabilidad, por fin, que tanto había perseguido, siendo conocida como una autora y fiel esposa de Shelley cuando murió en febrero de 1851, por lo que se diagnosticó que era un tumor cerebral, acompañada de su hijo y su nuera. Años antes, había escrito a una amiga:

Buenas noches. Iré a mirar las estrellas, que son eternas; igual que lo es él… igual que lo soy yo.

[Goodnight —I will go look at the stars, they are eternal; so is he —so am I.]

A pesar de todo el daño que el egoísta de Shelley le había causado, a pesar de cómo la trató, Mary siguió amándolo, a él y al sueño de la relación que podrían haber tenido. Al año siguiente de su muerte, su hijo encontró el corazón de Shelley, que Mary había querido conservar tras su muerte.

Frankenstein es una historia que evolucionó durante la vida de la autora y que se centró en la falta de amor, que tanto desesperaba a Mary. Así, creó a un personaje inteligente e inocente por dentro, pero feo por fuera, hasta que su propio padre lo rechazó. ¿Habla sobre el fallo de los hombres de querer tener descendencia pero no querer hacerse cargo de ella? ¿De los intentos de no depender de las mujeres para crear vida? ¿De cómo si se aspira a algo demasiado superior se fallará miserablemente porque no estamos preparados? ¿De la irresponsabilidad de los padres?

Puede que sea un poco de todo, pero, al final, habla de amor y de soledad. En la mayoría de sus libros, Mary trató la horrible soledad de sus personajes, bien física como The Last Man o bien emocional, como Frankenstein, que debe perseguir a su monstruo cuando este le ha arrebatado todo y ni aun así consigue vengarse y condena a su hijo a morir en una región desértica y abandonada sin haber conocido nunca el amor, odiado por quienes le conocen y alejado de la mano de Dios.




Las imágenes de la biografía de Mary las encontraréis en este proyecto, muy recomendable para todos los que no quieran leerse un tocho (o dos) sobre su vida:

An Illustrated Biography of Mary Shelley

Todas las citas han sido extraídas del libro The Monsters, de Dorothy y Thomas Hoobler.

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