Recordatorio

No somos profesionales, simplemente nos gusta leer y tenemos tiempo libre, así que a veces cometemos errores.

jueves, 18 de agosto de 2016

Los dobles estándares en Harry Potter: el acoso. James Potter.


¡Bienvenidos a la mazmorra! ¡Frederika a vuestro servicio!

El cuatro es un número muy especial y equivale, entre otras cosas, a la muerte en Japón, así que me pareció apropiado dedicarle el cuarto artículo al padre de Harry.

Quiero dejar claro para todos los fans de los Merodeadores y los detractores de Snape que no aprecio a James Potter. Es un personaje arrogante, chantajista, abusador, que no tiene miedo de robar y no se enfrenta a las consecuencias de sus actos. No vais a encontrar aquí comprensión por mi parte. Comprendo que Snape es un personaje controvertido, con razón, que creó embrujos crueles, que es despótico y malicioso, infantil y desagradable. Pero aquí voy a centrarme en lo que James hizo de joven, que fue la única etapa que vivió, y cómo influyó a largo plazo… Es decir, en la representación del libro.

Por eso puedo señalar que James Potter no tuvo tiempo de madurar y convertirse en mejor persona. Snape lo tuvo —lo de mejor persona es discutible, pero al menos pudo dedicar su vida a la redención—. Quitando eso, James era un joven afortunado y no tiene excusa para sus acciones.

Dicho esto y dejando claro que no voy a excusar que Snape pueda ser terrible con sus alumnos, vamos a pasar a los orígenes:

«—Bueno, ellos se detestaban el uno al otro. Como tú y el señor Malfoy. Y entonces, tu padre hizo algo que Snape nunca pudo perdonarle» 
¿Humillarlo frente a buena parte del colegio? ¿Permitir que uno de sus amigos estuviera a punto de sacrificarlo ante un hombre-lobo? ¿Acosarlo?
«—Le salvó la vida.
—¿Qué? 
—Sí… —dijo Dumbledore, con aire soñador—. Es curiosa la forma en que funciona la mente de la gente, ¿no es cierto? El profesor Snape no podía soportar estar en deuda con tu padre… Creo que se esforzó tanto para protegerte este año porque sentía que así estaría en paz con él. Así podría seguir odiando la memoria de tu padre, en paz…» (La piedra filosofal, p. 246).


martes, 9 de agosto de 2016

Los dobles estándares en Harry Potter: el acoso. Heredero de los gemelos y los Merodeadores.


Los Merodeadores


«—Es igual que su padre…
—Físicamente quizá sí, pero de carácter se parece bastante más a su madre.» (Las reliquias de la muerte, p. 574)

Independientemente de las manipulaciones y la curiosa visión que tiene Dumbledore de la pureza de Harry, mientras releía la saga creo que he comprobado en las suficientes ocasiones que se parece a su padre por dos motivos muy claros:

Es la persona en quien quiere convertirse: jugador de quidditch, arrogante y capaz de romper las reglas, valiente y fiel a sus amigos. Es su modelo a seguir y, por eso, es normal que haga lo que imagina que haría su padre. Por eso su patronus es el de su padre y no el de su madre, porque es en él en quien piensa cuando busca protección o algo que le dé fuerzas. Casi nunca piensa en su madre. 
Porque no sabemos casi nada de Lily. Defendió a un amigo suyo en una ocasión frente a James Potter, que era buena bruja, que enseguida empezó a catalogar a su hermana como muggle —tampoco es de extrañar, se moriría por ser bruja de niña—, que empezó a sentir desdén por Severus por sus amistades, que no soporta insultos racistas —bien por ella— y que se casó con James Potter, tuvo a Harry y murió por él. 

Es decir, sólo sabemos cosas «buenas» de ella, idealizadas, y no su verdadera personalidad. Sería como aislar las partes buenas de Severus y defenderlo como un personaje sin tacha, para frustración de todos los que le odian o le ven como un personaje complicado y completo. Así que afirmar que Harry se parece a ella es absurdo ya que sólo la vemos a través de los ojos de hombres y en la única ocasión en la que ella habla —ella de verdad, no su Eco— es en una carta charlando sobre su hijo.

Aclarado esto, creo que es legítimo señalar que Harry es un evidente heredero físico y mental de los Merodeadores y los gemelos Weasley. Y eso es lo que vamos a tratar en el artículo de hoy. Cómo Harry y sus maestros son unos acosadores de cuidado:




«—¿Por qué pensó Snape que me lo habían dado los fabricantes?
—Porque… porque los fabricantes de estos mapas habrían querido sacarte del colegio. Habrían pensado que era muy divertido.» (El prisionero de Azkaban, p. 242)


martes, 2 de agosto de 2016

Los dobles estándares en Harry Potter: Hermione Granger


¡Bienvenidos a la mazmorra! Frederika a vuestro servicio una vez más.

Continuamos con los artículos dedicados a los dobles estándares en la saga del mago más famoso después de Gandalf y Merlín. En esta ocasión nos vamos a centrar en un personaje muy especial y, muy por encima, en cómo se trata a las mujeres en el universo mágico. 

A menudo pensamos en Hermione como el personaje más inteligente y legal de todos, básicamente porque está obsesionada con las normas. Se identifica con el ideal de estudiante, con una buena Gryffindor valerosa y digna. Sin embargo, a medida que releía los libros, me iban sorprendiendo más y más ciertas escenas que ella protagonizaba y que nunca (o casi nunca) he visto criticadas.

Por ejemplo, ¿si Hermione no fuera una de las protagonista y nos enterásemos de que ha capturado durante al menos una semana —posiblemente un mes— a una persona, manteniéndola contra su voluntad en un tarro de cristal y sometiéndola a chantaje… qué pensaríamos?

«—Cuando vimos a Malfoy debajo de aquel árbol…—dijo Ron, pensativo. 
—Estaba contándole cosas, la tenía en la mano —continuó Hermione—. Por supuesto, él lo sabía. Así es como ella ha obtenido esas entrevistas tan encantadoras con los Slytherin. A ellos les daba igual que ella estuviera haciendo algo ilegal mientras pudieran contarle cosas horribles sobre nosotros y Hagrid. 
Hermione cogió el tarro de cristal que le había pasado a Ron, y sonrió al escarabajo, que revoloteaba pegándose furiosos golpes contra el cristal. 
—Le he explicado que la dejaré salir cuando lleguemos a Londres. Al tarro le he echado un encantamiento irrompible, para que ella no pueda transformarse. Y ya sabe que tiene que estar calladita un año entero. Veremos si puede dejar el habito de escribir horribles mentiras sobre la gente.» (El cáliz de fuego, p. 630)