Recordatorio

No somos profesionales, simplemente nos gusta leer y tenemos tiempo libre, así que a veces cometemos errores.

martes, 15 de septiembre de 2015

Análisis: La puerta de Ptolomeo, Jonathan Stroud

Título: La puerta de Ptolomeo
Autor: Jonathan Stroud
Sinopsis: ¡Pobres magos! ¡Qué penita dan! Ya nadie los respeta ni cree en ellos. Pero se lo tienen bien merecido. Siempre tan creídos, siempre tan arrogantes, siempre pidiendo más y más… Mirad si no lo que han hecho conmigo: hace doscientos años era un demonio todopoderoso; pero desde que conocí a Nathaniel todo me ha ido de mal en peor: primero me hizo robar el Amuleto de Samarkanda, después me las vi con un temible Golem y ahora me pide que descubra dónde se esconde un mago de tres al cuarto… Por Satanás, ¡qué bajo he caído! Lo único que me consuela es que me ha jurado que, después de este trabajillo, me dejará descansar… 

Lo que nadie sabe, ni siquiera Bartimeo, es que una conspiración, la más grande jamás pensada, se está tramando hace años y que el último acto está a punto de empezar…
Editorial: Montena
Número de Páginas: 503.

¡Bienvenidos! Ya que fui yo la que insistió en que mis compañeras leyeran esta trilogía para que hicieran algo con su tiempo aparte de divagar mirando las musarañas [L: Es muy divertido cuando les pones nombre], qué más que ocuparme de cerrar esta serie de reseñas con las que nos iniciamos en los vastos caminos de la literatura. ¡La aprendiza de bruja, Frederika, queda a vuestro servicio, estimados lectores!

La verdad es que no tengo mucho que decir para presentar este libro, porque asumo que todos sabéis de qué va o no estaríais aquí. El final de la trilogía de Bartimeo es imprescindible si has seguido la saga, por supuesto. Cierra muchos misterios que se abrieron en la segunda entrega —no tantos de la primera— y crea un buen final. Tiene un desarrollo interesante, entretenido, Bartimeo sigue siendo un lenguaraz encantador al que Nathaniel no sabe controlar y por fin se nos muestra su pasado con Ptolomeo, el adorable hechicero cuyo aspecto toma prestado una y otra vez. 

[¿Cómo no adorarlos?]
También somos testigos del verdadero espíritu de Nathaniel, con sus ambiciones y sus deseos, de lo que es capaz de hacer si antepone el bien moral al egoísmo que caracteriza antropológicamente al ser humano. Una amabilidad que siempre estuvo ahí, como Bartimeo reconoce a regañadientes alguna que otra vez. Kitty, por su parte, regresa para ejercer un papel fundamental. Hay aventura, hay conspiraciones, politiqueo, mucho sufrimiento e incomprensión, pero también mensajes de esperanza que pueden calar cuando se sienta uno a replantearse el libro una vez ha terminado la lectura. 

Si te gustaron los otros dos libros, sin duda te encantará este. Tiene un final que seguramente pille a muchos desprevenidos, y que provocará que otra alguna pataleta, pero diantres, es una forma muy buena de terminar.

Bien a partir de aquí entramos en materia de SPOILERS. Si no te has leído La puerta de Ptolomeo, lárgate de aquí, estimado lector. A menos que seas un masoca o disfrutes del destripamiento anticipado de las novelas, claro. Para estos dos últimos tipos y los que ya hayan leído el libro y quieran conocer mi opinión un poco más a fondo, ¡adelante, adelante!


             

Recalco que esta es mi opinión y no tiene porqué coincidir ni con la de mis apreciadas compañeras ni con la del estimado lector/a.

Podría hablar del amplio abanico de personajes que aparecen en las páginas de La puerta de Ptolomeo, pero me voy a centrar en los tres principales o no acabaría nunca: Nathaniel, Kitty y Bartimeo.

—Bartimeo.

 Por primera vez somos testigos de un Bartimeo extremadamente débil, que se encuentra en lo más bajo de lo bajo. En El Ojo del Gólem aparecía debilitado, pero no hasta este extremo. Apenas es capaz de transformarse ya que ha pasado dos años enteros en la Tierra. Eso nos permite hacernos una idea de:

1) Lo mucho que lo necesita/teme Nathaniel y

2) El extremo al que se puede someter a un esclavo. Que llegue a tal nivel de degradación es un requisito esencial para que luego tenga que unirse por la fuerza a Nathaniel y, también, para que el chico tome conciencia de lo que le ha estado haciendo al único que puede considerar su «amigo».

En general no tendría mucho que comentar sobre él si no fuera por los flashbacks. ¿Por qué? Porque Bartimeo es el único personaje que en sí no cambia a lo largo de la saga. Sí, físicamente se encuentra mal, lo cual provoca que esté malhumorado e hiriente pero, ¿cuándo no lo está? [R: ¿Cuándo un genio/espíritu no es malhablado? Esa es la cuestión. Pero mejor que Green no me oiga, se ofendería. G: Luego te quejas de que me como tu sombrero]. Aun así, sigue ayudando a sus compañeros humanos, algo a regañadientes, demostrando que tiene un buen corazón y una moral bastante admirable. [R: Con matices, claro. Es evidente que siente debilidad por los niños, mientras que es capaz de comerse a adultos sin pestañear. ¿Qué querría decirnos con esto don Stroud?].

Sinceramente, a excepción de la fusión con Nathaniel, Bartimeo no hace nada que no haya hecho antes. Por un lado, tiene lógica que un genio de miles de años no cambie de mentalidad de un día para otro y, por otro, es un hecho que puede dejar frío al lector.

Ese es el problema que encuentro con Bartimeo en La puerta de Ptolomeo: su evolución no se da hasta el final, hasta las últimas cincuenta páginas, y ni siquiera entonces tenemos la oportunidad de saborearlo porque el libro acaba de forma abrupta.

En cualquier caso, lo cierto es que Bartimeo no decepciona. Gracias a los flashback, más allá de disfrutar con su ironía, su sarcasmo y sus respuestas contundentes, nos acercamos emocionalmente a él. Vemos una dinámica bonita, que explica muchas cosas, y además es difícil no querer a Ptolomeo. Buen trabajo, don Stroud.

Sin embargo, aunque no se repitiera de la misma forma, esperaba que una dinámica similar se desarrollara entre Nathaniel y Bartimeo. Desde el primer libro se viene construyendo una relación tóxica y a la vez tierna, divertida y frustrante. ¿Que al final llega a algo? Sí, por supuesto, pero cronológicamente no son más de dos horas y sólo podemos verla con claridad en ciertos momentos, como cuando Bartimeo le asegura a Nathaniel que van a sobrevivir, que no mire sus heridas, o cuando cree que va a morir con él… Y, por supuesto, cuando reconoce que comprendió a Nathaniel antes de que este lo liberara para evitar que Bartimeo sacrificara su vida.

Nadie puede negar que Bartimeo se preocupa por Nath, que intenta aconsejarlo sin éxito y que sus palabras caen en saco roto. ¡Pero eso es algo que ya hemos visto una y otra vez! [L: Green y yo lo vivimos constantemente. R: A callar]. Nada ha cambiado, es como ver una serie episódica y a Bartimeo no se le da la oportunidad de crear una relación que supere o iguale a la que tuvo con Ptolomeo. Con Nathaniel llega a unirse de forma física pero es un estado momentáneo y que no se explota porque Stroud prefiere centrarse en la comedia —no saber sincronizar sus acciones— y en la epicidad del combate. En definitiva, que no vemos nada nuevo, que es lo que me habría gustado, y lo poco que se nos ofrece se termina en un parpadeo.

¿Qué daño habría hecho permitir que su personalidad se desarrollara, para bien o para mal, con Nath?

[Exacto, ¿por qué? ¿Por qué cedes antes por una
desconocida que por Nath a quien, te guste reconocerlo
o no, aprecias aunque sea de forma superficial?]
A pesar de lo mucho que me quejo, no voy a negar que existe una comprensión entre amo-esclavo que se nota especialmente cuando Bartimeo, con razón, se enfada con Kitty por haberle invocado y exclama:
«Lo de Nathaniel [R: ¿no es bonito cómo le llama por su nombre verdadero? L: Lo es] y los demás se entiende, ellos no tuvieron elección. ¡A la mayoría los moldearon para que fueran hechiceros antes de ser lo bastante mayores para saber lo que hacían con ellos!».

Con escenas como esta deja claro que tiene más capacidad de comprender a un hechicero que a un plebeyo que no ignora cómo funciona el sistema de la magia.

Habría sido maravilloso para Bartimeo que se le hubieran dedicado más páginas de evolución y no hubiera dependido de un personaje externo para aceptar hacer su gran sacrificio. Si él, o Nathaniel, hubieran decidido dar el paso por sí mismos, habría sido perfecto.

—Kitty.


Siempre me gusta leer sobre protagonistas femeninas fuertes y con carácter —cuando están bien llevadas—, pero no puedo evitar considerar que Kitty es el personaje más flojo argumentalmente del libro.

Me explicaré.

Toda la historia gira en torno a Bartimeo y Nathaniel, ¿verdad? Hasta ahí estamos de acuerdo, ¿no? Bien, Kitty es la tercera en discordia que no sabes bien para qué está. Actúa de «Morality Pet» —básicamente, un personaje que redime al villano y lo acerca al público. Kitty también podría ser una «Morality Chain», generalmente un personaje femenino que impide que un personaje se vuelva insalvable moralmente, aunque considero que en este caso es más «Morality Pet» que otra cosa— para Nath, ayudándole a recordar quién es y qué debería estar haciendo, y a su vez es… La humana con la que Bartimeo puede congeniar.

¿El problema?

El golpe psicológico que necesita Nath para bajar a la tierra no se lo da Kitty, sino la señorita Lutyens, así que Kitty no pinta nada en esta parte de la trama.

Por otra parte, Kitty va a buscar a Bartimeo y lo convence para que les ayude, pero, ¿de cuánto lo conoce? ¿Cómo es posible que Bartimeo decida ayudar a una chica con la que se ha encontrado tres veces, dos de las cuales acabaron mal, y a la que rechazó hace menos de una semana cuando le propuso el mismo plan? Sí, le cae bien y siente cierta admiración por ella, pero no hay más. Kitty, a su vez, no desea una verdadera unión con los genios. Actúa movida por el odio al gobierno y por la extrema necesidad de ayuda en una situación peligrosa, no por la amabilidad o el deseo de liberar a los espíritus. 

En fin, ¿dónde queda Kitty? En una especie de limbo donde es un pseudo-interés romántico para Nathaniel —pseudo porque nunca llegan a nada, no tienen la oportunidad, y porque a Nath parece atraerle mucho más Jane Farrar, a la que no pone en un pedestal ya que trabaja con ella y es muy consciente de lo peligrosa y repelente que puede llegar a ser—, a la vez que una figura idealizada, y… Es la chica que consigue que Bartimeo y Nathaniel colaboren. De acuerdo.

Por otra parte, bascula en un terreno de nadie. Ya no representa a la Resistencia y, por tanto, no desarrolla a los plebeyos. No sé si lo recordáis, pero nos dejaron claro que los mini-atentados terroristas eran malos y que la Resistencia era una panda de críos manipulados que no tenían ninguna oportunidad de vencer o infligir un daño real al gobierno. Es más, en las reuniones que se presentan en el libro se ve claramente que los plebeyos no pueden impulsar nada que suponga un verdadero cambio. Una realidad desalentadora pero realista.

¿Entonces a santo de qué Kitty acaba siendo una de las principales consejeras del nuevo gobierno? Ya no sólo es que sea una adolescente, es que, ¿alguien recuerda que era una fugitiva a la que se suponía muerta? ¿Mande?

Queridos lectores, estar en terreno de nadie no es malo, pero sí delicado. Kitty es un elemento que debe aprender por su propia cuenta a buscar un equilibrio, eso nos queda claro y no tengo problema con ello, pero su empleo en la novela me ha parecido pobre, sin terminar de definirse. Kitty ha sido la primera en milenios —si ignoramos a los chamanes que Ptolomeo menciona— en dar el paso e ir al Otro Lado y es un gesto simbólico hermoso, pero no define nada, no es realista, es un papel menor ya que el sacrificio al final sólo implica perder a dos personas a las que apenas conocía. Su gesto no trascenderá porque no ha sido un hechicero quien lo ha hecho: las cosas no han cambiado, la lección de Ptolomeo nunca será aprendida por quienes deberían haberlo hecho. Además, en cuanto ella cumple su papel deja de tener importancia, porque al final todo giraba entorno a Nathaniel y Bartimeo, el núcleo de la trilogía, los que debían hacer avanzar el argumento y quienes consiguen terminar con la amenaza.

Mi opinión es que Kitty, tal y como está planteada, sobra. Sus intervenciones son flojas, su papel como vínculo de unión entre los dos protagonistas es muy vago, y resta fuerza a la amistad que podrían haber desarrollado los dos. Si no hubiera estado ella, Nathaniel tendría que haber hecho avanzar la historia buscando a Bartimeo y «rebajándose» a su altura para pedirle un favor.

Kitty no me parece mal personaje, sino uno sin más, que podría haber sido mucho mejor, que podría haber tenido un papel más claro, más fuerte y definitivo. Kitty, para mi gusto, debería haber sido la puerta de Nathaniel a los plebeyos, no a los genios.

Habría sido algo más típico y menos sorprendente, pero sí más creíble. Con esto no quiero decir que me suscite desagrado, pero sí incomodidad. Hay pocas cosas más tristes que ver lo grande que podría haber sido un personaje y, sinceramente, contamos miles de ejemplos de líderes rebeldes femeninas que podrían haber servido bien para construir el personaje de Kitty.

—Nathaniel.


[No encuentro imágenes suyas de adulto sin que salga achuchándose/pegándose con Kitty o Barti, así que dejo esta. No es que me desagrade, ni mucho menos, jeje]
Quizás el personaje más interesante del libro y el menos desaprovechado [R:¡y además un hechicero! Es ideal aprender de sus errores para que los aprendices como yo no caigamos en los mismos en el futuro].

El más interesante porque podría ser cualquier persona normal y corriente. No es un superdotado, sino un chico exageradamente trabajador, obsesivo, que aspira a ser admirado —e incluso podría decirse que tiene un complejo de inferioridad: quien se sabe superior no busca reconocimiento por parte de alguien «inferior» como pueden ser Kitty, Bartimeo o la señorita Lutyens— por los demás. En definitiva, muy humano. [L: Y bueno por ello]. Su papel como Ministro, que le exige una responsabilidad ridícula a una edad muy tierna, lo hace creerse mejor de lo que es —¿y podemos culparle? No pretendo hacer una apología de Nathaniel o Jane Farrar, pero ambos me parecen muy realistas dentro de su contexto— y no tiene la ocasión de ser una persona normal, ni tampoco lo desea, porque lo han criado para ser como es. 

Detalles importantes para su evolución radican en su relación con las mujeres, ya que John Mandrake es un antisocial que no hace más que recibir rechazo por parte de las féminas por las que muestra interés —Jane Farrar, Kitty Jones y, la más importante de todas, la señorita Lutyens—, hechos que le ayudan a reconocer lo poca cosa que se considera a sí mismo y a ver la realidad con otros ojos. Ya que no hay refugio para él, no tiene otro remedio que enfrentarse al mundo.

Por estos motivos, su evolución me resulta la más creíble de todas, en especial en este último libro, con esos ápices de amabilidad que tanto llamaron la atención de Bartimeo y que le convierten en un personaje salvable a los ojos de los lectores. 

Como digo, el personaje más humano y trabajado de todos.

Al contrario que en el caso de Bartimeo, su final me parece apropiado aunque, en realidad, cualquiera habría sido bueno [L: Cualquiera habría sido mejor ;_;]. Habría aceptado que se corrompiera y no aprendiera de sus errores o que hubiera un buen desenlace y tuviera la oportunidad de crecer y ser feliz. El sacrificio, con todo, es una forma muy acertada de reconciliar a Nathaniel con aquellos lectores que sin duda odiaban a John Mandrake. Es una forma de pedir perdón, de intentar enmendar sus errores y, ante todo, de pagar a Bartimeo por su ayuda.

Aun así, considero que Nathaniel podría haber dado más de sí en sus relaciones con otros personajes. A pesar de ser el personaje más cambiante y realista de todos, habría agradecido que su relación con Bartimeo se hubiera empezado a estrechar antes. Jamás habría podido ser un Ptolomeo, pero sí alguien un «amo» que supo evolucionar a amigo —al contrario que Ptolomeo, que desde el principio fue un amigo—.

Y, ya que mencionamos a Ptolomeo, todo lo que he comentado sobre Bartimeo debería aplicarse a Nathaniel, ya que la historia es de ellos dos. Kitty es un eslabón débil y que no me termina de convencer como puente para unir a Bartimeo y Nathaniel. Eso es algo que deberían haber desarrollado ellos por su cuenta.

Nathaniel es el sucesor de Ptolomeo, el segundo humano que más marcó a Bartimeo y, por tanto, su nexo debería haber sido suficiente para trastocar las leyes del amo y del esclavo. No debería haber necesitado de una intervención exterior. Al menos no como se presentó en el libro. La presencia de Kitty hace que se pierda la esencia de la comprensión entre ambos. ¿Vamos a necesitar siempre a un tercero en una situación de extremísima necesidad, de vida o muerte, para comprender al Otro? No termina de ser un buen mensaje…

En fin, que Nathaniel es uno de los grandes puntos de la historia. No es ideal como Kitty, ni tampoco carismático como Bartimeo. Es uno más, un chico en desarrollo al que obligaron a caminar por una senda que nos desagrada y que aun así intentó hacerlo lo mejor que pudo. En circunstancias normales se habría admirado su tesón y su ambición, pero es difícil que aceptemos a alguien que no posee más talento que el esfuerzo o el don de la oportunidad, porque nos recuerda demasiado a nosotros mismos. Y la gente no busca a personas reales en la literatura, sino ideales, lo cual no deja de ser una lástima.

Dejando a los personajes de lado, antes de que me quede sin papel, querría comentar por encima la historia. Tiene grandes momentos —Bartimeo, Bartimeo, Bartimeo— pero en este caso considero que hay algunos problemas básicos: pasa mucho tiempo hasta que los tres protagonistas se reúnen y luego la acción acelera demasiado rápido. John está más que dispuesto a colaborar con Kitty después de haberla perseguido con tanta intensidad; Bartimeo acepta ayudar a pesar de traicionar a toda su especie —es algo implícito en su personalidad, pero habría sido interesante que se desarrollara mucho más— para socorrer a una chica que apenas conoce y a un amo con el que no hay todavía un vínculo sano.

Quizás por miedo a desvirtuar a nuestro querido Bartimeo o porque quería que odiáramos a John para luego poder matar a Nathaniel con toda la crueldad del mundo, don Stroud ha dejado que las cosas se resuelvan en el último instante. Como escenas de acción, como resolución, no es malo, que conste, pero le falta más credibilidad, más fuerza.

Es cierto que cuando lo lees no hay quejas, pero en una segunda o tercera relectura, cuando uno se sienta a buscar detalles, podría pedir más. Teniendo en cuenta que la relación tensa de Bartimeo y Nathaniel ya la hemos visto durante dos libros enteros, con la misma dinámica sin apenas cambios, habría sido un acierto saltar directamente a la evolución, puesto que la base de su enemistad ya la tenemos, la conocemos de memoria y no nos sorprende. En todo caso nos horroriza que esa especie de respeto mutuo que tuvieron durante los anteriores libros haya desaparecido. 

Todo parece ir encaminado a la gran redención de Nathaniel, lo cual, en cierta manera, es caminar sobre terreno seguro. Podría decir que esto es un error, ya que, por lo que he entendido, el mensaje final es la comprensión, la posibilidad de alcanzar a alguien diferente y reconocer que no eres superior a él ni hay que convertirse en el amo de nadie. Que para lograr ayuda, para lograr sacrificios, tenemos que ser iguales. Esto, tristemente, no se sostiene si lo «sano» se reduce a cincuenta páginas de libro.

Ya he comentado los problemas que tengo con Kitty, por lo que no me reiteraré aquí excepto para decir que su trama me parece la más débil y suelta de todas, y ojalá no fuera así. También hay detalles menores que me hubiera gustado conocer mejor, como Jane Farrar o Makepeace. Los personajes desaprovechados siempre me dejan una espinita clavada en el corazón, y si tan dispuestos estamos a seguir la trama de Kitty, no veo por qué la del enemigo final o la de otros genios no deberían tener también mayor importancia en la historia.

También tengo una queja personal. Pequeña. Diminuta.

Veréis: la relación entre los dos protagonistas se puede atisbar en los capítulos de Bartimeo ya que narra desde un presente y nos cuenta su historia, su forma de ver a Nathaniel. Y de verdad que no está exenta de cariño.

Por eso mismo la forma de cerrar con el capítulo de Kitty no me parece apropiado. No es por ella por quien empezamos esta historia, sino por Bartimeo —los más— y seguimos la historia de Nathaniel —los menos—. Evidentemente Kitty es la única protagonista que queda para seguir adelante y dar un mensaje de esperanza, así que comprendo que se termine con ella como narradora, pero lo considero una pequeñísima traición al lector.

Me habría gustado que la historia acabara con Bartimeo hablando de Nathaniel, es decir, igual que empezó todo. Quizás que Bartimeo se manifestara con la forma de Nathaniel —sí, sé que se supone que todo el mundo piensa que Bartimeo está muerto y que ese fue uno de los objetivos de Nathaniel pero, ¿no es fácil imaginar a Kitty intentándolo?— o que le dedicara unas últimas palabras. Algo así me habría hecho cerrar el libro, suspirar, y sentirme un poquito más completa, más satisfecha. [L: El final habría sido infinitamente mejor. G: Mucho mejor]

Por lo demás, considero que es un buen libro, con acción, manipulación política y emocional, que nos ofrece los detalles divertidos de costumbre y que cierra dentro de lo que cabe bien todas las historias, aunque abuse un poco de una visión exageradamente optimista con la colaboración final de hechiceros menores y plebeyos.

En cualquier caso, don Stroud, desde luego, sabe escribir y la traducción ha hecho un gran trabajo con La puerta de Ptolomeo. El texto es muy sencillo de leer y, a pesar de ser un libro gordo, se avanza sin problemas en la aventura. El único problema, si una es quisquillosa, es el de costumbre: tener que interrumpir la lectura para ir a las notas de Bartimeo. Aun así considero que las risas merecen la pena.

Por otra parte, a excepción de la falta de fechas concretas, nos encontramos con un mundo muy mimado, muy bien construido, con unas reglas que no se rompen y que don Stroud ha trabajado con ahínco. Los genios, su rabia, su hipocresía, junto con la ya conocida actitud dictatorial de los hechiceros —aun así faltaba alguno bueno, don Stroud— y la escasa resistencia conjunta de un pueblo cansado y acomodado, están muy bien llevados.

Mi única pregunta es por qué motivo un todo como lo es el Otro Lado puede fraccionarse y reaccionar ante nombres que establecen los humanos. En cualquier caso, se trata de preguntas que no son necesarias para el desarrollo de la historia.

En general es difícil arquear la ceja cuando uno lee a Bartimeo; como mucho, se intenta no sonreír por su forma de narrar. Las partes en tercera persona son más que correctas, por lo que es sencillo comprender las decisiones de los personajes. En mi caso no he tenido problemas para aceptar lo que se me presentaba, excepto cuando decidí sentarme a hacer esta reseña y a buscarle fallos a la argumentación. Es un trabajo desagradable, pero, en fin, ¡para eso estamos! Aun así, quizás sea bueno que haya que hacer una relectura para encontrar problemas a la estructura, ¿no creéis?

Es un buen libro, muy digno, lo suficiente para que se nos encoja el corazón mientras cerramos la última página y decimos adiós a Bartimeo, a Nathaniel y a Kitty y las aventuras en el mundo de los hechiceros…


Oh, wait...



Lo mejor:
Bartimeo. La narración. La redención de Nathaniel. ¡Ver a los genios y a los Hechiceros caer en el mismo nivel de estupidez! Unión en cuerpo y alma —juju— de nuestros protagonistas. Ptolomeo.

Lo peor:
El final apresurado y que permite que todos los problemas graves que habían venido siendo gran parte de la crítica a la sociedad se solucionen de un plumazo. La evolución de los personajes. El final de otros tantos. La falta de desarrollo de las relaciones entre los protagonistas.

Que se acabe la historia (?)

[P.D: Aquí os añado las fuentes de los dibujos]

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